Llevo más de un mes desaparecido del blog. Excusas mil. Especialmente de ubicación. En este tiempo he estado en Costa de Marfil, Marruecos, Bilbao, Burgos, Salamanca y casi en Portugal. Siempre pendiente del Atleti. Por la tele, por los mensajes del móvil, por twitter @santiriesco, por
feisbuc y en el Calderón, cuando andaba por la villa y corte coincidiendo con algún día y horario imposible de esos que les ha dado por regalarnos a los de la liga bancaria sin que el dúo prescrito diga esta boca es mía. Me cago en sus muelas.
El miércoles, a las diez de la noche oiga, desafié a la lluvia, al cansancio, al desastre liguero (veníamos de perder con el Levante -domingo a las doce del mediodía-) y no pude resistirme a la argumentación de mi embarazadísima esposa: "¿Y si ganáis?" Buff. No me imagino ganar a los vikingos después de una docena de años y estar viéndolo por la tele en casa. Me corto las venas. Total, que mis hermanos me cosieron a
guasás telefónicos y acabé plegándome ante el ofrecimiento de un bocata descomunal de jamón del bueno en pan estupendo con una capita de tomate aliñado con ajo al punto. Todo acompañado por unas patatas fritas de marca, de las buenas, y un donuts de chocolate como colofón. Es que merecía la pena ir sólo por estar con mi familia y por el cenorrio previo al choque. Y para el Calderón que me enfilé.
Pancartas
Como mi abono está encima del Frente Atlético, pues no pude ver hasta el día siguiente las pancartas que fueron sacando los chavales. Pero ví las que había a mi alrededor. La de los dos turcos que siguen a Arda Turan con una sábana donde se lee "Forza Atleti. Arda", la de los que están deseando salir en el "Tomate" futbolístico de "Cuatro": "Manolos, os cambiamos un minuto de tv por nuestras novias" , una genialidad gaditana sostenida por un grupo de cachondos con un trozo del quince: "Uds. tenéis a Cristiano, nosotros una tajá como un piano... pisha". Y la que más hondo me llegó, una sencilla tela blanca con grandes letras en rojo colocada en la curva de las peñas históricas del club: "Mi enfermedad".
Hoy, buceando por la red, he visto el mosaico en el que participé levantando mi cartulina roja (cuando me toca la blanca, ni se me ocurre tocarla). Y he podido leer algunos de los mensajes que los chicos del Frente Atlético fueron sacando a medida que el partido se desarrollaba. De todos ellos, me quedo (y pongo aquí) el que mejor resume la actitud del Real Madrid (y de todos los equipos que han dejado de interesarse por los títulos, el fútbol y los valores tradicionales ligados a este espectáculo).
El cáncer
Sin duda el cáncer del Atleti es la S.A.D. gestionada por dos delincuentes como Gil Marín y Enrique Cerezo. Dos tipos siniestros que han sido condenados por haberse quedado con el club al convertilo en Sociedad Anónima sin poner un chavo. Una condena que no se ejecutó (vamos, que no devolvieron un duro y se quedaron con todo) porque el delito había prescrito (mierda de Justicia. Somos un país del cuarto mundo que nos creemos potencia. Damos pena).
Desde que estos delincuentes y ladrones de guante blanco, balances tuneados, paraísos fiscales y empresas interpuestas robaron el Atleti, nuestra enfermedad, esto se ha convertido en un verdadero cáncer terminal. Por el equipo pasan cientos de jugadores, entrenadores, intermediarios, chupópteros, rapiñeros, representantes, negocietes turbios... y los resultados son lo de menos. De hecho, no hay resultados. Da igual que no ganemos al Real Madrid en el Calderón desde hace 13 años, da igual que no entremos en Champions (este año es posible que ni siquiera alcancemos la Europalí si no eliminamos al Valencia y ganamos la final en Bucarest), no importa que cada temporada desmantelemos el equipo y fichemos ocho o diez futbolistas mediocres que tapan la progresión de los canteranos (igual de mediocres, pero más baratos y de la casa). El caso es trincar comisiones, llevarse la pasta que genera una S.A.D. disfrazada de club de fútbol que se aprovecha de los sentimientos de generaciones y generaciones de rojiblancos a los que nos cuesta acabar de creernos que esto ya no es el Atleti, que esto es sólo un disfraz, una tapadera, un negociete de dos colegas que se están forrando con nuestra enfermedad. Malditos hijos de puta. Tenía que decirlo.
Dicho lo cual. A seguir padeciendo, aunque ganemos, la dictadura de los sinvergüenzas. Y mientras, los atléticos, cruzados de brazos y cantando el "Madridistas, hijos de puta". A ver si nos damos cuenta, pronto y todos, de que los hijos de puta están en el palco, no en Concha Espina.
Otro día insistiré en el asunto de la competición adulterada (el Madrid nos saca ¡40 puntos! y el segundo al tercero ¡28 puntos!).
¿Dónde está mi Atleti?