sábado, 20 de enero de 2018

De metonimias y mentiras en el fútbol


La metonimia es como una metáfora pero sin poesía. Un término se refiere a otro por proximidad. Es una figura retórica para simples. De hecho los periodistas la usamos mucho, muchísimo. Demasiado. Por ejemplo cuando nos referimos a lo específico utilizando el genérico: “Los madridistas eluden sus compromisos fiscales defraudando millones a la Hacienda pública del país que les da de comer”. Pero en realidad no son todos los madridistas, ni siquiera todos sus futbolistas. Apenas ocho o diez han tenido problemas con el fisco. 
La metonimia, decía al inicio, es un tropo literario del vulgo. Se usa para llamar la atención simplificando y generalizando. Si, por ejemplo, Sergio Ramos es el jugador más expulsado en toda la historia de la Liga española con 19 tarjetas rojas y es futbolista del Real Madrid, los periodistas -tan dados a la metonimia, la simplificación y los titulares llamativos- podrían referirse a los jugadores de este club como “Los violentos jugadores del equipo incoloro” (de todos es sabido que el blanco no es un color). Y a nadie le resultaría extraño el uso de la figura retórica. 
La sinécdoque es una suerte de metonimia con la que se utiliza el nombre del todo para referirse sólo a una parte, o viceversa. Por ejemplo: “La afición del Real Madrid está contratada por Florentino”, cuando en realidad el presidente del equipo de las Champions sólo tiene contratada a una parte del público, la grada de animación, con el fin de que no profieran cánticos contra él, contra su gestión ni contra sus intereses.
Todo lo dicho hasta aquí es de sentido común. El uso de la metonimia y la sinécdoque es muy habitual. Legítimo, aunque las más de las veces contenga una exageración que conlleva un cierto engaño. 
Muy distinto es mentir. Directamente. Y eso no se le puede consentir a un profesional de la información. Porque un periodista vive de contar la verdad. Para ello contrasta distintas fuentes, pregunta, va al lugar de los hechos y luego explica de un modo sencillo lo que ha ocurrido. Y sí, puede que use metonimias y sinécdoques. Incluso que busque llamar la atención en un titular. Pero no se puede mentir. 
Un ejemplo de mentira: “Un ultra del Atleti apuñala a un hincha rojiblanco en la previa contra el Sevilla”. 
A ver, compañeros plumillas. El agresor (40 años) era un delincuente que sólo llevaba cinco meses en libertad tras diez años de cárcel por -entre otras cosas- atracar unas cuantas farmacias. El agredido (22 años) no era abonado, no tenía entrada, estaba de botellón con unos amigos y se había pasado con el alcohol. Puede que simpatizaran con algún equipo como puede que comprasen en el Corte Inglés. Incluso que tuviesen la tarjeta de ese supermercado. Es posible que fuesen musulmanes, que practicasen running o que les gustasen los hombres. En cualquiera de estos casos los titulares serían: “Un cliente de El Corte Inglés apuñala a otro en Las Musas”; “Dos musulmanes implicados en una reyerta en pleno botellón”; “Un `runner´apuñala a otro en Madrid” o “Un gay asesta tres puñaladas a un joven en plena calle”. Y estoy convencido de que ningún medio titularía así. Más que nada porque el Corte Inglés podría retirar su publicidad, la comunidad musulmana se podría ofender, los que corren cada tarde -y los que que no- se partirían de risa y el lobby homosexual volvería a protestar con razón.

Pues eso, que una metonimia no justifique una mentira; que informar no sea una excusa para enfangar el buen nombre y el honor de los aficionados del Atlético de Madrid.

lunes, 15 de enero de 2018

El año del triplete


Aún quedan 57 puntos en juego, toda una segunda vuelta, y ya hay quien le da al Barcelona la Liga por ganada. Yo no. Estamos a nueve puntos y creo que con Costa y Vitolo el equipo ha mejorado tanto como con la marcha de Vietto y -espero- de Gaitán. Son 19 partidos los que quedan hasta mayo. La Liga no será fácil, pero sí posible. Y el Cholo, aunque no lo diga, piensa lo mismo que la mayoría de los atléticos: partido a partido, pero ahí estamos. Segundos. Y van seis años seguidos en los que no nos apeamos del tercer puesto. Que sí, que muchos puntos nos los llevamos haciendo alarde del unocerismo y elevando a categoría máxima la defensa de la mínima ventaja. Pero este vivir al borde del ataque de nervios es también fútbol. Y Atleti. Que nosotros sabemos mucho de sacrificio, esfuerzo, de tener que currar el doble para conseguir la mitad. Y como muestra, ahí están los penaltis que nos han pitado a favor en toda la primera vuelta: Ninguno, cero, niente. Los mismos que expulsados en los equipos rivales en los primeros 19 encuentros de la mejor Liga del mundo (Tebas, nos tienes hasta los huevos). Y eso que el Atleti es uno de los que más faltas recibe. Pues eso, que estamos haciendo una temporada muy 2014. Y en aquella logramos la décima Liga.

En Copa nos ha sonreído el sorteo teledirigido y vergonzoso de la RFEF enfrentándonos a dos clubes que fueron grandes pero que militan en el bronce de la Segunda B. En dieciseisavos eliminamos al Elche aunque allí no pasamos del empate. En octavos el Lleida ofreció resistencia en las primeras partes, pero con Costa y Vitolo les metimos allí cuatro y aquí tres. Ahora empieza la competición de verdad. Cinco partidos por delante (si todo va según lo que yo vaticino) que nos pueden dar el mismo título que levantamos -por décima vez también- en 2013, en el Bernabéu, con goles de Costa y de Miranda en un cabezazo tan inolvidable en el descuento como el de Godín en el Nou Camp que nos dio la Liga el año siguiente. Este miércoles nos enfrentamos en cuartos al Sevilla. Hay que evitar que marquen en el Metropolitano. Y si nos adelantamos nosotros, mejor que mejor. Pero lo importante es que no marquen. Y luego, ya se verá. Cinco partidos para ganar uno de los títulos que más me gustan (a pesar de que los que mandan parecen estar muy interesados en acabar con él convirtiéndolo en un auténtico despropósito para que lleguen a la final las dos multinacionales del fútbol mundial que juegan en nuestro país). Ojalá se enfrenten en semifinales. En caso contrario, tendremos que eliminar a uno en semis y ganar a otro en la final.

La Europalí es una mierda, pero es nuestra mierda. Ganamos la primera edición, la de 2010 y repetimos en 2012. Con ella volvimos a la senda de los triunfos europeos. Y a viajar por Hamburgo y Bucarest. Fue la puerta para ganar dos supercopas de Europa en Mónaco y, aunque ahora hay equipos más fuertes que en las dos ediciones anteriores, la competición sólo es interesante económica y deportivamente si se gana. Esto no es como la Champions donde cada partido es un auténtico espectáculo televisivo y financiero. Aquí hay más fútbol y menos márketing. Por de pronto jugamos la primera eliminatoria contra el campeón de Dinamarca, un país con tradición futbolera y un equipo, el Copenhague, que ha participado en la máxima competición continental y que tiene una plantilla plagada de internacionales. Nada de confiarse. Será duro y poco vistoso. Pero mucho más agradable que echar cuentas en la Liga de los puntos que nos separaban del descenso, o que jugar la clasificación para la Intertoto con el fin de meterse en la antigua UEFA en una repesca infame y veraniega contra equipos absolutamente desconocidos. A mí, qué queréis que os diga, me pone ganar la tercera Europalí en 2018, como en 2010, como en 2012. Y en Lyon, que es un buen momento para cerrar alguna que otra herida. Y ojo, con Costa y con Vitolo.

Y lo escribo en enero. 2018 ES EL AÑO DEL TRIPLETE (partido a partido, sí. Respetando al rival, también. Pero soñando muy fuerte mientras otros sólo duermen, se quejan o sufren de pesadillas). Lo digo antes de que empiece la segunda vuelta de la Liga, con 42 puntos y a nueve del líder. Antes de jugar la ida de octavos contra el Sevilla en la Copa. Antes de que empiecen a despreciar a nuestros rivales en la competición europea en la que aún estamos vivos y en la que los próximos eliminados de la Champions no podrán entrar.

2018 será el año del triplete. Avisados estáis. Porque es tiempo de soñar en rojo y blanco. 2018. Triplete.

P.D. Si no lo ganamos, nadie nos podrá quitar el buen rato que hemos pasado soñándolo. Que nosotros somos de vivir a tope lo que toca. En las buenas y en las malas. En Primera, en Europalí o en el Carranza. TRI-PLE-TE. No vengáis luego con que no os lo dije: TRI-PLE-TE.

Aúpa Atleti. Siempre.

miércoles, 10 de enero de 2018

Los bocazas del Atleti



Los bocazas del Atleti somos mucho de ladrar y poco de morder. A los bocazas del Atleti se nos ve rápido el plumero cuando vienen mal dadas. Los bocazas del Atleti somos ese nauseabundo personaje de Torrente sacando pecho cuando el equipo gana y deshaciéndonos de la bufanda en una alcantarilla cuando hay que dar la cara. Los bocazas del Atleti nos reproducimos como setas con el viento a favor y no conocemos las lluvias torrenciales con sus inundaciones en Segunda ni lo que es una larga temporada de sequía bajo el sol abrasador en mitad de la tabla. Los bocazas del Atleti protestamos mucho cuando Gil y Cerezo se apropiaron el club para convertirlo en su cortijo sin poner un duro, pero no fuimos capaces de frenarles a tiempo, ni de plantarles cara después. A los bocazas del Atleti se nos engaña fácil con una campaña efectista de una buena empresa de publicidad porque somos gente predispuesta al enamoramiento, a la utopía, a la revolución y a los milagros del rock and roll. 
Los bocazas del Atleti somos capaces de pagar diez euros por ver un entrenamiento y tragar a dos carrillos con un cambio de escudo que es como cambiarte el corazón; con un cambio de casa, que es como un desahucio en tu propia cara. Los bocazas del Atleti nos indignamos porque nos dicen que el Cholo cobra mucho sin caer en la cuenta de que ni con todo el oro del mundo se puede pagar lo que ha hecho por nuestro equipo. 
A los bocazas del Atleti se nos llena la boca de millones cuando es lo que siempre hemos criticado de las dos multinacionales del duopolio futbolístico. A los bocazas del Atleti se nos reconoce rápido porque despreciamos por un mal partido o una temporada complicada a cualquiera de nuestros futbolistas comprometidos. Sin respetar que sean de la casa, sin tener en cuenta el verdadero rendimiento de los que, aún siendo leyendas, siguen batiéndose el cobre y sumando mucho al equipo. 
A los bocazas del Atleti se nos localiza rápido. Hablamos mucho de cultura y de sentimiento y de valores y de historia pero somos incapaces de poner unos euros en un proyecto periodístico rojiblanco. A los bocazas del Atleti nos pierde consumir mierda envuelta en información deportiva. Y luego quejarnos mucho. Así somos los bocazas. 
También se nos cala rápido a los bocazas del Atleti porque alardeamos de lo que se canta y se baila en nuestro estadio y cuando vamos no dejamos de criticar a los que de verdad cantan y bailan sin descanso. Se nos ve a la legua a los bocazas del Atleti cuando ponemos sobre la mesa lo de que somos la mejor afición de España y luego nos borramos porque hace frío, porque el horario es malo, porque el partido está resuelto o porque el rival no merece nuestra presencia. Ni siquiera nuestro equipo. Así somos los bocazas del Atleti, unos clásicos, los que no nos cansamos de repartir carnés y de explicarle al prójimo lo que hay que hacer. Porque los bocazas del Atleti aún no conocemos la diferencia entre ser del Atleti y estar con el Atleti, entre vivir en rojiblanco y diafrazarse a la rojiblanca moda. 
Los bocazas del Atleti somos un clásico. Nos gusta tocar las pelotas. También a los que se creen que son de los nuestros.

Aúpa Atleti. 
Siempre.

jueves, 4 de enero de 2018

La sonrisa del macarra pródigo


Lleida 0 - Atleti 4

Para nosotros siempre será Rantamplán. Diego "Rantamplán" Costa. Llegó al Atleti en el 2006 siendo aún un crío y no cuajó. Estuvo de cesión en cesión hasta que regresó la temporada 2010-11 donde apenas si contó para el sobrino de la Faraona, Quique "Sensaciones" Flores. Otra cesión la temporada siguiente y, ya con el Cholo, cuando parecía que no contaba, el de Lagarto sorprende en la pretemporada con sus ganas y su entrega hasta convencer al mejor entrenador del mundo para hacerle formar parte de su plantilla. Costa explota marcando 63 goles y jugando 136 partidos en las temporadas 2012-14 ganando una Liga, una Copa y dos Supercopas de Europa. El Atleti recibe una oferta millonaria por él y se va a la Premier a seguir triunfando. Se convierte en internacional de la selección española con la que ya ha disputado 16 encuentros.
Esta temporada, la 2017-18, vuelve a fichar por el Atleti en su tercer regreso a casa, pero por estas cosas que sólo pasan en nuestro equipo, no se le puede inscribir debido a que la directiva hace mal su trabajo con la cantera y es sancionada sin poder alinear nuevos futbolistas en ninguno de sus equipos hasta el 1 de enero de 2018. Ni siquiera puede jugar un amistoso una vez empezado el año porque desde los despachos del Atleti han sido incapaces de gestionar su transfer. Llega para iniciar la competición oficial en los octavos de final de Copa frente al Lleida. Él y Vitolo, junto a Griezmann y Thomas, son los cuatro futbolistas de campo que ocupan el banquillo. Ni un defensa se lleva el Cholo a Cataluña.
El partido es puro entusiasmo de los de Segunda B que, tras eliminar a la Real Sociedad, utilizan la misma táctica: "rasca y gana". Se emplean a fondo los del equipo ilerdense y llegan a inquietar a un Atleti concentrado pero sin chispa arriba. Gameiro y Torres apenas tocan el balón durante la primera media hora. Moyá hace una intervención de mérito y, finalmente, es Carrasco el que en jugada de estrategia coloca un balón en la cabeza de Godín que remata con suavidad al fondo de la red. Primer gol de 2018 para Godín. En Cataluña. De cabeza. Con Costa en el banquillo. Esta vez el Atleti vestía de rojiblanco con esa horrible camiseta de rayas diagonales y un absurdo e incomprensible pantalón rojo, no íbamos de amarillo y azul como cuando el uruguayo, en 2014, remató una Liga en el Nou Camp de Messi.
Antes del descanso Carrasco hace algo tan inaudito en él como dar un pase increíble -aún nos preguntamos cómo es que no siguió regateando mirándose las botas y procurando no despeinarse- y Gameiro se la pone a Torres al segundo palo. El de Fuenlabrada está en fuera de juego. Marca y vale. Algo está cambiando. El 2018 comienza raro, como el Atleti, como lo de Costa y Vitolo. La eliminatoria está encarrilada, pero falta ver si debutan los nuevos aunque Costa no lo sea.
El Cholo saca a Vitolo por Carrasco y luego, doble cambio: Griezmann y Diego "Rantamplán" Costa por Torres y Correa. Muy defensivo todo. Simeone el violento, el aburrido, el ultradefensivo y coñazo, juega con Vitolo, Griezmann, Costa y Gameiro para amarrar el resultado. Más de lo mismo. Pero todo distinto.
Costa en cinco minutos se pelea con todos los defensas, pide la pelota sin descanso, marca un gol de puro nueve metiendo la pierna sin contemplaciones, parece que se lesiona, nos deja a todos sin aire con el 0-3, parece que se recupera, el realizador enchufa la cara de Torres (máximo goleador del Atleti en Copa con tres goles en dos partidos) y tarda infinito en mostrarnos la pierna de Diego Costa agujereada y ensangrentada porque es un violento y ha marcado limpiamente un gol aún llevándose una patada de escándalo. Se incorpora nuestro macarra. Le siguen dando estopa los del "rasca y pierde". La grada canta algo de independencias y los desplazados del Atleti siguen animando a los nuestros hasta que Griezmann, al borde del tiempo y del área, lanza otra falta y marca de rebote. De rebote. Y entra. Estamos en 2018. Año par. Como el 2014 en el que ganamos la Liga. Como el 2010 y el 2012 en los que ganamos Europa League y Supercopa de Europa. Y con Diego Costa, nuestro macarra pródigo, el que sonríe cuando marca, el que nos hace sonreír cuando el resto rabia.


Aúpa Atleti. Siempre.