miércoles, 23 de mayo de 2018

Fernando Torres, asignatura obligatoria



En la puerta del colegio me encuentro con una antigua profesora de mi hija. Es del Atleti. Comentamos la despedida de Torres. ¡Qué manera de llorar! soltamos a coro. Y le explico que una editorial ha incluido en sus libros de texto de Religión para 1º y 2º de la ESO al Atleti y a Fernando Torres. Que ser del Atleti lo ponen como ejemplo de fraternidad y a nuestra leyenda como ejemplo de dignidad. “¿En serio? ¡No me extraña!” Continúa Sonia –que así se llama la profesora- al tiempo que me explica los lagrimones que se le caían a su marido leyendo un trabajo de Filosofía de su hija. “A ver si te lo traigo. Son doce páginas que ha escrito sobre los valores del Atleti”. Yo la escucho con un nudo en la garganta mientras los niños entran y los padres pasan a nuestro lado saludándonos ajenos a la trascendencia de nuestra conversación. Algunos se creen que hablamos de fútbol. Los que nos conocen saben que el tema es el Atleti.  
Llevaba varios meses detrás del documento en cuestión. Mi amigo del feisbuc Alberto AC (Albertini) me puso sobre la pista desde Salamanca. Sabíamos que en un libro de texto se hablaba del Atleti. Le pedí más datos y, casi al mismo tiempo, lo colgamos en la red. A ambos nos había llegado el vídeo por wasá. Casualidades. Causalidades. Como dicen mis amigos paraguayos “diosalidades”. Se trata del libro de 1º de la ESO de la asignatura de Religión. En la página 102 se refiere al Atleti como ejemplo de fraternidad y es de la editorial SM (Santa María), propiedad de los religiosos marianistas. Los mismos frailes que dirigen el colegio Amorós, tan ligado a las categorías inferiores del Atleti, la misma comunidad a la que pertenece don Manuel Briñas, el marianista que descubrió a Fernando Torres, el que recibió su camiseta nada más marcar el gol 100 con el Atleti, el que leyó entre sollozos (los suyos y los de los 60.000 que estábamos en la grada) la carta de despedida a nuestro ídolo.
Enciendo el ordenador después de dos semanas en Sudamérica y ¡zas! Se me aparece un compañero con el que compartí Teología y fútbol desde Vigo. Chema es celeste y profesor de Filosofía en un instituto. Me cuenta que en el libro de Religión de 2º de la ESO aparece un testimonio de  Fernando Torres hablando sobre la dignidad. Es parte de la entrevista que le hizo Pedro Simón y que publicó El Mundo. Le falta tiempo para hacer un pequeño vídeo y enviármelo. También me hace una captura de pantalla del texto en su versión digital. Es de la editorial SM otra vez. La de los marianistas. Le cuento lo de la hija de Sonia y su trabajo sobre Torres. “¿En serio? Hoy en 3º de la ESO han comenzado un trabajo sobre modelo de personas. Y entre Mandelas, Fridas y Ghandis apareció Fernando Torres. Ya te enviaré copia con permiso de los autores”. Lo dicho, casualidades. Causalidades. Diosalidades.
Y no me extraña. Torres ha sido el portador de nuestro amor al Atleti. El futbolista que todos hubiéramos querido ser. Un ejemplo de humildad, coraje y corazón. Debutó en Segunda. Nos ascendió a Primera. Nos devolvió a Europa con el dinero que dejó su salida. Ganó todo lo que puede ganar un futbolista y regresó con humildad para sumar desde el banquillo. Quería cumplir su sueño. Nosotros, gracias a él, seguimos soñando. Porque a Torres, como al Atleti, no les queremos por lo que nos dan, les queremos porque forman parte de nuestra vida.
El domingo, después de la catarsis colectiva en el Metropolitano, mi hija Lucía -5 años- le contaba a todo el mundo que había visto “la Copa” (por la Europa League), que Torres “había marcado mucho” y que “papá había llorado”.

Lo de Lyon me pilló en Tacumbú


Mi trabajo tiene estas cosas. Que a veces te obliga a perderte la comunión de tu sobrina o una final de tu equipo porque las fechas estaban cerradas. Del 5 al 20 de mayo anduve evangelizando para la noble causa del colchonerismo en tierras uruguayas y paraguayas. La tarea no fue menor.

En Uruguay pensé que encontraría el terreno abonado por el paso de nuestro bota de oro, Diego Forlán, la capitanía guaraní de Godín, la juventud del central internacional Josema Giménez, el trabajo infinito del "profe" Ortega  y la inolvidable presentación del Pato Sosa. Nada que ver. Allí todos son del Barcelona por Luisito Suárez. Increíble pero cierto. Aquí, como en el resto del planeta sólo saben de las dos multinacionales del fútbol que copan el mercado y que, para nuestra desgracia, juegan en España. Su versión local es el Peñarol - Nacional. Mi estancia en Montevideo coincidió con el Nacional "campeonando".

En Paraguay la cosa no fue mejor. Y eso que su selección viste de albirrojo, que es exactamente igual que nuestro rojiblanco. Ni siquiera el recuerdo de las piruetas del "soldadito" Benítez, ni el de aquella pareja de centrales internacionales -Gamarra y Ayala- con los que descendimos a Segunda. Nada.

Para mi desgracia la final de Lyon me pilló en el Bañado de Tacumbú. Un barrio en los márgenes de Asunción que sufría su tercera inundación en cuatro años. Conclusión: en el refugio al que se habían trasladado los vecinos de esta versión paraguaya de la Cañada Real tampoco tenía luz eléctrica ni una televisión con cable para ver la final de la Europa League. Porque en esta parte del mundo, en el sur, sólo retransmiten en abierto si juegan el Barcelona y el Real Madrid, o sus versiones locales: Olimpia y Cerro (clásico que coincidió con mi estancia en la pequeña ciudad rural de San Roque González con victoria de los porteños por 0-1). Toda una experiencia en mitad de la nada.

Sin televisión por cable, con mi camiseta del Atleti puesta, sin wifi, con mucha tarea por delante, sin atléticos cerca y con un calor húmedo impropio del otoño austral casi me entra el vikinguismo y tiro la toalla. Pero no. Entonces se obró el milagro. Uno de los voluntarios que trabajan coordinando el proyecto de becas escolares que ha puesto en marcha el dominico español Pedro Velasco se me acerca y me muestra su móvil: "Vamos empate a cero". Ariel Franco (en la foto con un servidor. Al día siguiente le regalé dos camisetas del Atleti), así se llama este ángel que me envió el Espíritu Santo para mantenerme informado sobre el devenir de los nuestros durante la consecución de la tercera Europa League. No me separé de él. Desde las tres menos cuarto y hasta las cinco estuve pegado a su móvil celebrando cada uno de nuestros goles al tiempo que en mi teléfono sin wifi entraban los SMS de mi hermano (conocedor de las complicadas circunstancias en las que me hallaba). Así me fui enterando en estéreo de las buenas noticias que llegaban desde Francia donde marcaba el francés, volvía a marcar el gabacho y sentenciaba el Gabitán Fernández antes de que Fernando Torres saliese al campo para poder levantar su primer título como rojiblanco.

Esa noche apenas pude dormir. Los mensajes se apelotonaban en mi móvil complicánadome el visionado de los resúmenes. Las lágrimas tampoco ayudaban mucho a la hora de ver lo que había sucedido en Lyon antes, durante y después de una final que me pilló en el refugio donde los vecinos del Bañado Sur de Asunción esperaban a que se retirase el agua de las últimas inundaciones, en Tacumbú.