martes, 1 de diciembre de 2015

Tiago, lágrimas rojiblancas


Atleti 1 - Espanyol 0

Lo de menos fue el partido. Que marcase Griezmann a los tres minutos y que volviésemos a generar muchas ocasiones sin meterlas, que Oblak volviese a ser un espectador, que nos llevásemos los tres puntos y que el equipo esté segundo en Liga a pesar de que nos cuesta marcar. Eso no le importa a ningún atlético de verdad. Lo que nos ha partido el alma, el corazón y media vida ha sido la tibia de nuestro Tiago. Fue verlo y sentir que algo serio había pasado. La jugada parecía intrascendente hasta que el portento portugués levantó el brazo antes de caer al suelo. Él lo supo en el mismo momento. Como el Calderón. Como los que lo tuvimos que ver por televisión. Y ya nada importaba. Ni siquiera el buen debut de Thomas. Todos pendientes de alguna información. El club, por una vez, comunicó vía twitter que la cosa parecía seria y que le trasladaban de urgencias para hacerle unas pruebas. Lo que todos temíamos acabó pasando. Rotura de tibia. Mínimo cuatro meses. Una mierda muy grande.

Y casi sin quererlo me acordé de la final de Copa frente al Sevilla en el Nou Camp. En el desplazamiento masivo a Barcelona. En la fiesta rojiblanca que vivimos en la grada. En cómo volvimos a demostrar que somos los campeones, aunque no ganásemos el trofeo. En cómo nos quedamos cantando, en cómo animamos sin descanso. En las lágrimas de Tiago... lágrimas de auténtico rojiblanco. Y es que, como les digo continuamente a mis hijas, "sólo se llora por lo importante, no por tonterías". Por eso Tiago el domingo no derramó ni una lágrima a pesar de la grave lesión. Ya está operado. Ya ha dicho que le falta un día menos para volver. Ya están los compañeros apoyando. Ya estamos los aficionados empujando. Ya debería estar la directiva renovando su contrato. Es más, debería de estar renovado automáticamente porque, aunque en mayo cumplirá 35 años, Tiago es uno de los nuestros. Se lo merece y estaba dando un rendimiento altísimo tanto dentro como fuera del campo. Porque Tiago sabe que sólo hay que llorar por lo importante, y sentirse parte de la familia atlética lo es. Y mucho.


No hay comentarios: