domingo, 27 de agosto de 2017

Cholocambios de inicio



UD Las Palmas 1 - Atleti 5

Antes del parón por la cosa de la FIFA había que ganar. Los tres puntos eran tan necesarios como el comer. Y el rival era propicio (los últimos enfrentamientos de Liga contra los Pio-Pio se habían saldado con sendas pintadas de cara. En paquetes de cinco). No jugaba nuestro fichaje no inscrito, Vitolo, aunque a mí me hubiera gustado verle. Y mi amigo Nico, canarión de pro, me enviaba un mensaje alertándome sobre las cualidades del joven Fabio que debutaba en las filas amarillas. Yo, por mi parte, le avisaba de que no perdiera detalle a Thomas. Y de que el Cholo había sacado un once repleto de chavales donde sólo dos futbolistas superaban los 24 años. Era una alineación arriesgada que anticipaba los milagrosos Cholocambios al mismo inicio, como una urgencia para evitar sobresaltos y no empezar la temporada con el lastre de dos empates contra equipos teóricamente asequibles como nos sucediera la pasada temporada. 

Alineaba el entrenador de las 199 victorias a Oblak con Vrsaljco y Lucas en los laterales y los uruguayos Giménez y Godín abrochando la defensa. En el medio, cantera y fortaleza con Saúl y Thomas ayudados en banda por el vallecano Koke y el belga indepndiente y siempre sorprendente, Carrasco. Arriba dos crios argentinos, Luciano Vietto el resucitado y Angelito de mi vida Correa. Revolución total. Mucha chavaleria y zis-zas. Correa y Carrasco en dos minutos y antes de que el reloj marcase el cinco, ya se habían inventado su jugada con regate dentro del área y balón a las mallas. Así, sin tiempo a más. Dejando claro que el Cholo tenía razón y que los Cholocambios funcionan incluso de inicio. Se estaba gestando la victoria 200 de Diego Pablo Simeone al frente del mejor equipo de nuestra historia. Y sin refuerzos. Con los chicos. Aunque también es cierto que enfrente había un equipo aún sin hacer y dejando hacer en exceso al contrario. Este año parece que no lo van a tener tan fácil los canarios.

Con el 2-0 el Atleti se dedicó a tener el balón hasta el descanso. En la reanudación recortaron los amarillos de cabeza. Otra vez. Y llevamos tres goles por arriba en dos partidos. Preocupante. Menos mal que Koke, con su parsimonia, su culo gordo y un exceso de clase que no le cabe en el cuerpo se marca el primero de sus dos golazos. Por la misma escuadra. A los dos minutos, como hieran Correa y Carrasco al principio, vuelve a meter otro tanto con una media chilena que recordaba la de Saúl en el Calderón en el 4-0 a los vikingos. Golazo. No saldrá en la tele porque no lo marcó Griezmann. Merece la pena que lo busquéis en internet. Y los tres anteriores. Y el quinto de Thomas con una clase impropia de su músculo, desde fuera del área, colocando el balón lejos del alcance del guardameta contrario. Todo lo contrario que Oblak. El mejor portero del mundo se volvió a parar otro penalti (el penalti nuestro de cada día). Lo hizo en Girona, lo hizo en Gran Canaria y todos nos preguntamos por qué cojones no se paró uno en Milán. 

Conclusión: el Cholo dio una lección a la legión de entrenadores amargados y atléticos avikingados que pueblan las barras de los bares de las redes sociales. El cuñadismo fracasó. Lucas cada vez me gusta más adelante y atrás. Thomas confirma que cuando no da la de arena todo es cal. Carrasco sigue igual. Vietto tiende a resucitar para frenar su pase al Calcio y Correa, ay, Angelito de mi vida. Correa tiene que seguir como en estos dos partidos. Rompiendo, desmarcándose, regateando, diaparando y defendiendo. Sorprendiendo a los que no confiaban en él y demostrando que es el crack que vino al Atleti para robarnos el corazón.

Aúpa Atleti. Siempre.

domingo, 20 de agosto de 2017

A cabezazos



Girona 2 - Atleti 2

Primera jornada de Liga. Teníamos que jugar en casa pero el Calderón ya no se usa y el Metropolitano está sin acabar. Los gestores piden iniciar el campeonato fuera (hasta la cuarta jornada no estrenamos el estadio que no necesitábamos). Jugamos en Montilivi, contra un Girona recién ascendido que ha puesto gradas supletorias como las de las plazas de toros portátiles que recorren en estas fechas veraniegas media España. 50 euros por sentarse en el abismo a ver el debut de los catalanes en Primera y el primer partido de los que quedaron terceros (campeones de la Liga de los normales) y que, debido a los gestores, no podrán incorporar ningún nuevo jugador hasta enero. Tampoco en el Madrileño, recién ascendido a Segunda B.
Venía el Atleti invicto de una pretemporada extraña con viaje de ida y vuelta a las alturas mexicanas, otro relámpago a Brighton, dos partidos seguidos contra los equipos del sur de la Comunidad y el triunfo en la Audi Cup de Alemania contra italianos e ingleses. El Girona acababa de ganar al City de Guardiola. 
La alineación tenía una defensa de compromiso con Juanfran y Lucas en las bandas y Savic con Giménez en el centro. Gabi, Saúl, Koke y Carrasco parecían asegurar una línea central que surtiría de balones a Griezmann y Torres. Pero nada de nada. En tres minutos, mediada la primera parte, Stuani -sin máscara- remataba lejos de Oblak al fondo de la red en  una jugada repetida. 0-2 y sin anestesia. Montilivi coreaba con olés a los suyos y el Atleti parecía alargar el minuto de silencio por las victimas del yihadismo en la rambla de Barcelona hasta el infinito. Recital de los catalanes que, dicho sea de paso, parecían el Atleti por su indumentaria rojiblanca, su presión y su intensidad. Los nuestros, de amarillo y calzon azul oscuro casi negro, eran un fantasma deshilachado vagando por el césped. La sombra de Manzano se cernió sobre la defensa. Era una tómbola. Juanfran, en un escandaloso y calamitoso estado físico, perdía todas las carreras y todos los balones disputados en su banda. Savic y Giménez muy despistados. Solo un voluntarioso Lucas ponía pundonor entre los de amarillo. 
Acabó el repaso de los recién ascendidos a los que estrenan escudo y aún no tienen estadio. Irreconocible el Atleti. Con dos cabezazos en la red necesitábamos Cholina y Cholocambios.
La segunda parte empezó igual que acabó la primera. Error de la zaga en pase envenenado a Oblak y apuros para sacarla. El esloveno todavía tuvo que emplearse a fondo en un par de ocasiones para evitar el 3-0. Lo mismo que el árbitro que, tras comerse un penalti a Griezmann (que lo busca, lo provoca y exagera la caída) expulsa al francés por gilipollas (nada nuevo) y bocazas (lleva un veranito...) y evita dejar al Atleti con nueve en un contragolpe gerundés donde Saúl (con amarilla) derriba al delantero rojiblanco ante la indulgencia compensatoria del "refrí". Cholocambios.
Correa entra cuando falta media hora y el Atleti está con diez jugadores, dos goles en contra y un Girona entonado pero con los primeros síntomas de agotamiento. Empieza la anarquia futbolistica. El pequeño cuervo de corazón atlético se inventa una jugada de barrio y se va solo de cuatro contrarios en el centro del campo hasta plantarse con un zapatazo en el borde del área. Iraizoz no se lo espera. Golazo. Hay esperanza. Sigue la anarquia. A Lucas le dan un cabezazo y parece que, definitivamente acabaremos con nueve. Se levanta. Se marea. Continúa. Nos volcamos al ataque y en un balón colgado al área surge Giménez con su histeria y cabezazo para empatar. Quedaban unos minutos para la remontada, para otro cabezazo. Y así fue. El cabezazo, no la remontada. Este se lo llevó Gaitán. Vietto fue el tercer Cholocambio y tuvo una que no se puede fallar, como Gaitán, como Carrasco. De la chilena de Griezmann no digo nada porque no entró. Torres tocó más balones defendiendo que atacando. 
El Girona, muy bien. El Atleti, mal. 
El año pasado empezamos así y acabamos terceros en Liga, eliminados por el campeón de Champions en semifinales y eliminados por el campeón de Copa en semifinales también. Y hasta empatamos el segundo partido contra otro recién ascendido. De modo que a calmarse, a confiar, y a no dejar de creer. Que somos el Atleti y sabemos de dónde venimos. 
Como dice mi hermano, "la buena noticia es que solo podemos mejorar", y yo estoy de acuerdo.

Aúpa Atleti. Siempre.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Todo lo nuevo, sin preguntar

Previa temporada 2017-18

A medida que cumplimos años, sin quererlo, vamos cultivando una mayor resistencia a los cambios. Pero es que, a medida que vamos viajando, leyendo y adquiriendo experiencia, vamos afianzando una mayor intolerancia a la gilipollez, al postureo y a lo innecesario. Es como si la anglosajona filosofía de fray Guillermo de Ockham se apoderase de nuestra alma, de nuestra forma de vida. Y sacamos la navaja a quien haga falta, donde haga falta.

Por ejemplo, imagínense a unos aficionados al fútbol que forman parte como seguidores de un equipo centenario y glorioso donde se les sigue llamando socios aunque sólo sean clientes. Por un momento párense a pensar en estos miles de seres indefensos ante los dueños del que fuera su club. Y que, de repente, sin preguntarles qué les parece; sin siquiera disimular para seguir con el cuento de la mejor afición del mundo y tal y tal cogen y les cambian su emblema. Sí, su escudo. Parece increíble, pero no lo es. Y no se quedan aquí sino que aprovechando el revuelo y el desconcierto entre los aficionados ciegamente enamorados de sus colores aprovechan para cambiar la ubicación de los partidos de su equipo. Sí, otra vez sin preguntar. Y no contentos con cambiar de escudo, con cambiar de estadio, deciden estrenar una nueva equipación sin presentarla previamente. Porque no necesitan socios, ni aficionados, ellos sólo quieren clientes. Gente encantada con lo nuevo. Con el nuevo logotipo que sustituye a un escudo que no se había tocado desde 1947 (verexplicación de Los 50); con el nuevo estadio que sustituye a uno inaugurado en 1966 y en el que no se ha invertido un euro en los últimos años para incomodar al aficionado y convencerle de la necesidad de un cambio innecesario; con la nueva equipación donde las rayas verticales se ensucian con otras diagonales sin otro sentido que el de contentar a esos clientes consumistas encantados con lo nuevo, con el cambio, con lo diferente. A todos esos que ignoran los 114 años de historia del Atlético de Madrid, el significado de un emblema que no se pisa, que no se toca; el valor de las rayas rojas y blancas, el haber pertenecido a un club en el que se participaba en la toma de decisiones importantes, donde se elegía a los dirigentes, donde se podían pedir explicaciones, donde las voces críticas no se censuraba en el campo ni en los medios de comunicación controlados por dios sabe qué turbios negocios.

Y sí, estoy cabreado. Aunque el logo nuevo me acabe gustando, aunque el estadio nuevo me sea más cómodo, aunque ganemos la Champions con la nueva camiseta de absurdas rayas diagonales.

Estoy cabreado porque hace años que cumplí los cuarenta, porque hay gilipolleces que no tengo por qué aguantar. Porque el Atleti es como tu pareja, lo amas pase lo que pase. En la salud y en la enfermedad, levantando trofeos o bajando a Segunda. Yo diría que más. De pareja se puede cambiar, de equipo –aunque sus dueños ilegítimos nos maltraten- no nos podemos quitar.


Espero que alguien (la Federación Española de Fútbol, el Consejo Superior de Deportes, el Ministerio de la cosa o quien sea y pueda) entre algún día de oficio para defender a los aficionados maltratados por las sociedades anónimas en las que travistieron al club de sus amores.