lunes, 22 de mayo de 2017

Ya no somos simpáticos




Se acabó la temporada.

Otro año para enmarcar del Atleti del Cholo. Semifinales de Copa eliminados por una de las selecciones mundiales que juega nuestra Liga y semifinales de Champions eliminados -ganando uno de los dos partidos- contra la otra selección mundial que también juega en nuestra Liga -y que nos cae siempre en competición europea-. Además, terceros en la aburrida competición doméstica que llevan ganando las dos multinacionales anteriormente mencionadas en 28 de las 33 últimas ediciones.

Ayer terminaba la Liga y me importaba una mierda cuál de las dos compañías internacionales del márketing planetario se llevase el título. Lo juro. Ayer sólo quería ir al Calderón con los míos y despedir el estadio donde hemos pasado tantas horas y vivido tantas emociones. Quería que Torres marcase un gol, me daba igual el resultado. Quería aplaudir a Tiago, no sabía siquiera si estaba convocado. Recién aterrizado de Sudáfrica, sin cambiar de hora, aún no me había adaptado al horario. Me llevé a las niñas al campo y les expliqué que esta sería la última vez que iríamos a animar a nuestro equipo a aquel lugar, que unos tipos muy malos nos habían echado de allí prometiéndonos un estadio nuevo cerca de la casa del tío Rícar. Y les pareció bien. Se quedaron conformes. Y me dio por pensar que los mafiosos del palco habían hecho muy bien su trabajo. Que serán delincuentes, pero que no son tontos.

Ayer el Atleti, como si de un particular genio de la lámpara se tratase, me concedió todos mis deseos. A los diez minutos Fernando Torres había marcado dos goles. El segundo, con una vaselina marca de la casa, dentro del área, de espaldas. Si con el primero, regalo de Griezmann, ya me daba por satisfecho y me podía haber ido a casa, el segundo fue el delirio, un éxtasis en el alma de la grada. Fernando celebrándolo con pausa y firmeza en la esquina del córner besándose el escudo que no se toca. El Athletic parecía no jugarse una plaza en Europa. Raúl García sintió el cariño de la hinchada y cuando le sustituyeron en la segunda mitad esquivó el escudo que no se pisa y se derramó en el banquillo en lágrimas. Uno de los nuestros. Siempre.

Movió Valverde sus fichas en la segunda mitad y Williams recortó distancias. No apretaba suficiente el Athletic. El Cholo dio inicio a la ronda de homenajes sin perder de vista el partido. Primero Fernando en una tarde de ensueño, de esas que nos hacían recordar al niño pecoso que debutó con el 35 frente al Leganés faltando unos minutos. Luego un Carrasco voluntarioso y regateador que tiene algo distinto y no acaba de encajar en mi casillero de futbolistas favoritos. Pero el Cholocambio de Tiago por Correa a diez minutos del final, ese sí que fue decisivamente apoteósico. Oblak se mete un carrerón de cincuenta metros para abrazar al portugués junto con el resto de sus compañeros. El campo se viene abajo en agradecimiento a un futbolista de los nuestros, de los de para siempre. Sale Angelito Correa y en la primera que toca, tras el disparo de Griezmann que rechaza el palo, mete el último gol en el Calderón. Y yo, que no soy de grabar con el móvil, pillo la secuencia completa y el delirio de mi gente en el lugar donde tantas y de tantos colores las hemos pasado. Cholocambio afortunado. Otra vez.

Durante todo el partido el campo no dejó de cantar. Se rescataron viejos éxitos del repertorio más antiguo del estadio. Recordamos a futbolistas ejemplares. A leyendas. Y a mitos. Luis, José Eulogio y Fernando. Uno en el tercer anfiteatro, otro con más de 70 años y el Niño que aún sigue activo y goleando. Ojalá un año más. Que sea lo que él quiera, lo mejor para nuestro Atleti que es el suyo.

Acaba el partido y comienza el homenaje de cartón piedra para despedir el estadio. Nos enchufan un vídeo recordando algunos momentos seleccionados de los 50 años del estadio. No se dice nada de que Jesús Gil robó el club, tampoco de la intervención judicial, ni del descenso a Segunda. Ni de otro año más en el infierno. Tampoco se mentó la intertoto, ni la retahíla de entrenadores y jugadores de medio pelo que llegaban aquí para cuadrar las cuentas de los delincuentes del palco sin que les importase un bledo lo que le pasase al Atleti. Y cada vez que se mencionaba el Wanda Metropolitano el Calderón estallaba en una pitada que en ningún medio ha salido reflejada. Como tampoco ha salido la invasión de personal de seguridad para evitar la invasión del campo, ni el despliegue de la policía antidisturbios tomando posiciones en el fondo sur dejando bien claro que no se trata de un traslado sino de un auténtico desahucio.

La liga ganada por el equipo de las chicas y su vuelta al campo fue impresionante y salvó la ceremonia. Eso y ver emocionarse de nuevo a Gárate, escuchar al capitán las palabras que no le salían y oír de boca del Cholo que se queda en el Atleti, que el club tiene futuro, que lo mejor está por llegar y que ahora le toca a los que robaron el equipo y se llenaron con él los bolsillos poner algo de la pasta que han burlado para ser más competitivos.

Sacaron los trofeos ganados en estos cincuenta años y casi la mitad los había logrado el Cholo en los cinco últimos como entrenador. Eso sin contar los dos del doblete como jugador.

Estiraron unas telas, nos dijeron que cantásemos el himno y anunciaron por megafonía que el domingo que viene se jugará un partido homenaje para despedir definitivamente el estadio que nunca quisieron reformar, el que pagaron los socios de su bolsillo para perder definitivamente la propiedad. El campo del tocomocho inmobiliario, el mismo en el que los socios se convirtieron en clientes. El campo que ayer gritaba "el escudo no se toca" y "Gil, cabrón fuera del Calderón". Ese mismo que coreaba como si fuera gracioso el asqueroso estribillo de "y tal, y tal y tal y tal".

Por la noche, en casa, escuché que habían ganado la Liga los ciervos de la capital y que en sus cánticos se referían a nosotros, nos volvían a insultar. Y sí, lo reconozco, me alegró el día después del funeral del Calderón. Y se me quitó el dolor de manos. Y se me desaceleró el corazón. Me dormí con una sonrisa dando gracias al Cholo por habernos devuelto a la vida, por recordarnos quiénes somos y por haber dejado de ser para el todopoderoso y condescendiente vecino rico el equipo simpático que no era digno rival. Nunca lo podrán entender. Y con una sonrisa de oreja a oreja logré olvidarme de los cabrones del palco y me dormí como cuando era niño, soñando que jugaba vestido de rojiblanco.



2 comentarios:

Marta Sanz dijo...

Se me escapa alguna lagrimilla.
Y un nudo en la garganta que no me deja hablar. Pero lo describes tan bien.Me encanta

Santi Riesco dijo...

Me alegra que te guste. Fue emocionante. Triste, alegre y con un punto de rabia por el secuestro de nuestra pasión. Que nuestros sentimientos dependan de unos tipos a los que les importa un pepino el Atleti y solo busquen ganar dinero, es muy doloroso. Un fuerte abrazo. Y aúpa Atleti.