martes, 30 de mayo de 2017

Testigo de una muerte innecesaria

Por José Tamayo
Atlético de fondo

 

Hoy era el día marcado en negro en el calendario.  Hoy era el día en que miles de atléticos, jóvenes, infantes, ancianos, hombres y mujeres; sin distinción, acudían a despedirse de la que ha sido su casa, su otra casa, en los últimos años.  Esa casa donde también han reído, llorado, sufrido durante unas horas antes de volver a su vida diaria.  

Hoy el recorrido habitual era distinto.  Las mismas calles, los mismos bares, muchas caras conocidas y otras no tanto, pero había algo en el ambiente que decía que no era un día de partido normal; no había euforia, no había alegría. Sabíamos a lo que íbamos e intentábamos hacerlo rememorándo nuestras primeras veces. 

Yo al menos conseguí recordar con mi padre, que me acompañaba hoy, que fue en el año 77 cuando acudí por primera vez al Estadio y del que salí llorando, según me cuenta, tras perder contra el Valencia 2 a 3. Aunque acabamos ganando esa liga. 

Y él recordando que su primera vez fue con su hermano, hoy en el tercer anfiteatro, cuando se vinieron a vivir a Madrid desde su Badajoz natal.  Y comentándolo con mi primo, que anda por tierrras de la pérfida Albión, me recuerda que la suya fue con nosotros viendo a un Atleti entrenado por don Luis Aragonés con un traidor mexicano en nuestras filas. Y Darío acordándose que fue con nuestro amigo Fran y conmigo, que soy su padre, a su primer partido. 

Y entramos al campo y las caras conocidas de los atléticos del fondo no están, pero sí otras con acentos extremeños y la misma pasión por unos colores. Varias generaciones también.  

Comienza el desfile de viejas leyendas rojiblancas. Unas más aplaudidas y coreadas que otras: Donato, Pereira, Perea, Forlán, Domínguez, Manolo, Mejias, Caminero, Ruiz, etc, etc. 

Guiños emotivos con la intervención del ejército del aire y su brigada paracaidista portando nuestra bandera y la enseña nacional (hoy no se ha pitado). 

Un partido sin tensión ni nervios por el resultado, pero con la gracia y el guiño de ver a Ronaldinho Gaucho, René Higuita, y otros tantos en un partido benéfico para la despedida de un estadio.  

El resultado era lo de menos. Hoy hemos intentado cantar, entretenernos, pero no podíamos.  Sólo la famosa ola mejicana ha funcionado un rato.  Y en un momento de descontrol, animando a nuestras leyendas ante un resultado tan abultado, como si nos fuera la vida en ello. 

Y al final del partido una foto de familia de nuestras viejas leyendas con un speaker intentando que cantáramos un himno a capella que hoy no sonaba como sabemos hacer cuando lo sentimos desde dentro. Hoy no. Hoy no nos salía. Hoy nos querían obligar a cantarlo para que quedara bonito, pero solo lo hemos conseguido en parte, tras oír hablar a nuestro Niño -al que no se le puede negar el Amor por unos colores que son los mismos que los nuestros-.
  
Hoy he visto caras serias, ojos húmedos, a nuestra joven compañera de fila volviendo a llorar y una despedida triste.  

Ni siquiera han intentado endulzarla con un cierre clásico de fuegos artificiales. Ya veis con qué poco me conformo. 

Hoy ponemos punto y final a una etapa y al igual que nuestros mayores dejaron un Metropolitano para hacer un Atleti más grande repetimos esa andadura para volver a otro con la esperanza de hacer más grande aún a nuestro Atleti.  

Siempre Atleti.

No hay comentarios: