lunes, 26 de septiembre de 2011

Cuatro minutos de alegría


Barça 5 - Atleti 0

Todo el santo día esperando que lleguen las 22:00 horas con nerviosismo. Toda la mañana encerrado en el despacho de casa para adelantar trabajo intentando olvidar que a las diez de la noche, esta vez, plantaríamos cara a un Barça que lleva años y años llenándonos la red de balones. Pero esta vez teníamos a Falcao maravillao, a Diego maravillas, a Turán y Adrián. Veníamos de hacer dos tres buenos partidos antes rivales supuestamente más pequeños, pero había fútbol, equipo y optimismo (aunque con los pies en la tierra, claro, que aún estamos en pretemporada por culpa de la desastrosa planificación del club). Lo dicho, que este año parecía que podríamos plantar cara y, sobre todo, ver un buen partido de fútbol.

La tarde parecía no terminar nunca en el parque con los amigos, los hijos de los amigos, las mujeres de los amigos. Merienda, columpios, más columpios, vuelta a los columpios y el Atleti haciéndome cosquillas en la tripa, como cuando uno está enamorado y espera un gesto de su chica. Como cuando tu hija ve el escudo del Atleti en tu despacho y te suelta un "Papá, Atleti" que te quieres morir de felicidad.

Y llegó la hora. La niña acostada, mi chica decide irse a leer a la cama y me quedo solo, con todo el salón y la tele grande casi sin voz iluminando con el verde del césped todos mis sueños. A los cuatro minutos Tiago lanza suavemente desde fuera del área y pega en el larguero. Pego un salto que casi despierta a María, mi mujer da un par de golpes en la pared para pedirme tranquilidad y comienza a golpearme con fuerza el corazón en el pecho. Y hasta aquí el partido, señores.

Relajarse y disfrutar
Después llegó el chaparrón de lluvia, de juego y de goles. Un Messi en estado de gracia asistido por un Xavi estratosférico. Cinco pepinos que pudieron ser diez. Una exibición de fútbol con y sin balón, de movimientos, de control, de disfrutar. Y el Atleti absolutamente desaparecido. Sin centro del campo, con una defensa desbordada, con un Courtois aburrido de ir una y otra vez a la red a por la pelota. De un espectáculo infame para un rojiblanco esperanzado. Nada de lucha. Un dato: el Barça hizo más faltas que nosotros. Increíble. Nada de intensidad. Ni rastro de entrega. Un absoluto bochorno donde el Barça (fantástico equipo, señores) hizo un rondo con los nuestros sin que se viera una pizca de todo lo que habían demostrado en los partidos precedentes.

Y como no entendía nada me dio por imaginar que el Barça estaba jugando contra cualquier otro equipo (fue fácil, el Atleti no era reconocible, no existía) y empecé a disfrutar del partido. De Messi, de sus goles de play station (saca de banda, se la devuelven y entra como un cuchillo para clavarnos un golazo), de las carreras blaugranas, de los pases infinitos, los controles perfectos, los regates mágicos... una delicia.

Se sucedían los mensajes en las redes sociales de vikingos defraudados por las maravillas que había contado sobre el juego del Atleti. No pude resistirme: "Realmente, tenéis razón, nos han metido cinco, como al Madrid, y eso sí que es vergonzoso".

Y ahora a pensar en lo larga que es la temporada, en no volver a hacer un ridículo semejante, en conseguir los tres puntos europeos ante el Rennes y en que el domingo, en el Calderón, vuelva la magia del fútbol ante un Sevilla que empieza a encontrarse a sí mismo.

Vamos, Atleti, vamos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

El sobrino de Dios


Atleti 4 - Sporting 0

Radamel, Radameeeeeel, Radamel Falcaaaaao, lo rolo loro loló, loro lo, loro lo lo, Radameeeeeel Falcaaaaaooooo (Cántese con música de "Carnaval, carnaval" y con giro de bufanda al aire).


Lo nunca visto en el Calderón. Y no lo digo por los cuatro goles al pobre Sporting, que ya les endosamos la misma cantidad el año pasado en un espectacular partido con el que iniciábamos una temporada que se quedó en eso, en un partidazo de inicio de temporada. Lo de ayer fue distinto, muy distinto.


Fui al campo acompañado de mi amigo Juan Sancho, un culé amante del fútbol. Y lo primero que me preguntó es si echábamos de menos al Kun y a Forlán, que qué tal se habían ido del Atleti. Ni tiempo me dio a responderle porque el sobrino de Dios, Radamel Falcao, remataba un balón a la red y lo celebraba con su tío, con sus compañeros y con la grada. Iturralde, con ganas de protagonismo, lo anula sin que nadie sepa por qué. El propio Falcao fue a preguntar -educadamente, por supuesto- al juez de línea que tampoco sabía nada. Era el minuto ocho y apenas un par de minutos después el sobrino divino de nuevo hace un jugadón en el área y la zaga asturiana sólo puede pararle con un penalti de manual. Iturralde se lo pasa por el forro de las gónadas y decide que hoy el Atleti lo tiene jodido, y el sobrino del Señor, aún más. Vamos, que el del colegio vasco estaba en plan satán; muy hijoputa, vaya.


A todo esto, y a pesar de los Iturraldes de la vida, el Atleti seguía carburando, el pariente de Dios encarnado en nueve rojiblanco iba a todas, se ofrecía, bajaba a defender y recuperar, abría espacios y pedía perdón cada vez que hacía alguna falta táctica. Un jugadorazo, un ejemplo... y gol. Otra vez Falcao. En una posición acrobática, haciendo un escorzo en el aire mitad tijereta mitad la tengo que seguir enchufando. El balón toca en un defensor sportinguista y, esta vez sí, Iturralde concede el gol. Aunque luego en el acta se lo haya robado a Falcao y lo haya anotado como en propia puerta. Da lo mismo. La generosidad del sobrino de Dios no está para discutir estas tonterías, y más a un ritmo goleador en el que no tendrá que andar mendigando por aquí y por allá para conseguir el trofeo del periódico de los vikingos.


En el descanso -esta vez sin bocata- mi hermano Ricar y yo le explicamos al bueno de mi amigo culé que hacía muchos, muchos años que no veíamos fútbol en el Calderón. Que era como una excepción que sucedía cada cuatro o cinco meses. Destellos fugaces. Pero señores, es que llevamos tres partidos con un Atleti en pretemporada que carbura que da gusto. Todos los futbolistas son importantes, todos juegan y aportan. Saben lo que tienen que hacer. El fútbol es así de sencillo. El portero es un cerrojo (sólo dos goles encajados en lo que llevamos de temporada), la defensa vuelve a carburar como hacía tiempo. Los laterales suben y se incorporan como extremos, los centrales no dan un mal pelotazo, el balón sale jugado y es muy fácil encontrar compañeros en el centro del campo donde, sí, por fin, hay criterio, toque de balón, entendimiento, pases en profundidad, verticalidad cuando toca, toque cuando corresponde, cariño a la pelota, criterio y buen gusto para ponerla en el lugar adecuado donde, por cierto, suele estar el sobrino divino, Radamel Falcao, el futbolista bendecido con el gol.


El Sporting comenzó la segunda parte arreando fuerte cuando el Atleti aún no se había dado cuenta de que Iturralde estaba deseando arruinarnos la vida. Supongo que por aquello de que siempre que nos pita ganamos. O sea, que tenía ganas de joder la estadística. Y tuvieron diez minutos de oportunidades que no supieron aprovechar. Preciado sacó más tarde a Bilic, cuando Domínguez se había contagiado de Radamel rematando un córner a la red. ¡Un córner! ¡Quién nos ha visto y quien nos ve! Después de tres años aguantando a Simao lanzando el balón desde la esquina sin llegar al área pequeña... pues ahora tenemos peligro a balón parado siempre. Y si no es Radamel, es algún contagiado por la aureola gloriosamente divina de este futbolista brutal.


Después del segundo llegó el recital del colombiano criado futbolísticamente en argentina, madurado en Portugal y que se está consagrando como el auténtico sobrino de Dios a orillas del Manzanares. Jugadón por la izquierda y suelta un zurriagazo desde fuera del área que se estrella en la misma escuadra. ¡Uy! Impresionante. Al poco recibe un balón dentro del área, le rodea una nube de defensas y entre rebotes favorables, regates y demás ayudas de su Tío consigue salir airoso y pegar un zapatazo que se cuela junto al poste más lejano. Es el tercero y el segundo del colacao, del tigre, de Falcao dinamita. El éxtasis en el Calderón.


Parecía que todo el pescado estaba vendido, que sólo nos quedaba aplaudir los cambios, seguir disfrutando con uno y mil cánticos, enjugándonos las lágrimas de alegría e incredulidad, esperar que Arda Turan tuviese su recompensa por el partidazo en el centro del campo, o que Reyes se quitase el ansia metiendo su gol, pero de nuevo un balón colgado al punto de penalti y un salto prodigioso, espectacular, descomunal, fuera del alcance de los mortales, eleva a los cielos al sobrino de Dios para sostenerle durante los instantes necesarios para conectar un cabezazo potente, preciso, seco, certero y colocado por toda la escuadra. El delirio.


Mi hermano y yo nos prometemos comprarnos la camiseta de este tío (jamás hemos tenido camisetas con nombres, somos del Atleti, no de un futbolista), pero es que jamás hemos visto nada igual. Lo más parecido era Hugo Sánchez, le digo a mi hermano. Ya, pero es que éste además de rematar, tiene regate, pase, técnica y calidad, y encima está bendecido por Dios. Debe de ser pariente, apunto yo, por lo menos, su sobrino.


El sábado, contra el Barça, nos pilla aún en pretemporada. Pero aunque perdamos (que no lo doy por perdido) estoy seguro de que el equipo dará una buena imagen, de que volverá a carburar, de que los futbolistas seguirán esforzándose y trabajando juntos para llegar lejos. Y más ahora, que ya saben que Radamel Falcao es el sobrino preferido de Dios.


Vamos, Atleti, vamos.



lunes, 19 de septiembre de 2011

Mi hija, el bebé y el Atleti



Atleti 4 - Racing 0

Los fines de semana son cada vez más cortos. Se me acumulan las citas y compromisos y los planes no siempre salen como uno tenía previsto. El domingo había quedado con mi hermano Félix, su chica y su primer vástago, Manuel. La idea era tomar el aperitivo, comer en mi casa y luego el cafetito en la suya, que es junto al Calderón, en el Paseo Imperial. Una previa estupenda para disfrutar del primer día de Atleti en directo junto a mi Eva y mi María. Pero ya digo, a veces las cosas no suceden como uno había pensado. Y mucho menos cuando se trata de bebés.

Al final mi hermano Félix, su chica y el bebé Manuel (que apenas tiene veinte días), llegaron a casa pasadas las dos de la tarde. Yo ya tenía las puntas de solomillo maceradas y preparadas en el horno; los canapés dispuestos con todos los ingredientes para untar, colocar y servir; las natillas reposando y pidiendo un rato de nevera; el vino descorchado... vamos, que en un pis-pas comíamos y poníamos rumbo al Calderón para tomar café con ellos y con mis hermanos para disfrutar del Atleti, de mi mujer y de mi hija. Además el sol estaba respetando y la lluvia no tenía intención de presentarse. Era la tarde perfecta. Pero los bebés tienen estas cosas. Y mi hija también.

A María, que estuvo toda la mañana en el parque con su prima -atlética también- la pelirroja, le dio por tomarse un batido y cuatro "aspitos" justo antes de comer. Y claro, le dio por no comer. Y se cogió tal berrinche empujada por el público al que se debe -a saber: mi hermano Félix, su chica y el bebé Manuel- que acabó agotada y durmiendo una siesta descomunal que se comió el partido.

Mientras mi hija dormía yo ignoraba que el partido se podía ver en directo por Gol TV, y me enchufé a la radio mientras fumaba en la cocina que he convertido en refugio. Después, a petición de los padres, saqué la herramienta de cortar el pelo y me dispuse a empaparme de sudor mientras Félix e Inma sostenían al bebé Manuel y yo procuraba no hacerle daño con el peine, no clavarle las tijeras y trataba de que no le cayera la pelusa rubia en la carita de recién nacido. Una odisea. Mientras le cortábamos el pelo a plazos tuvimos varios descansos para que se alimentase, se desalimentase, se durmiese, se despertase. A todo esto María seguía con su interminable siesta. Gol de Falcao. Lo anulan y es legal. Ya empezamos, pienso mientras mi hermano se rompe las palmas en el primer anfiteatro del fondo sur y disfruta como un enano viendo, por fin, fútbol en el Calderón. Pero al poco marca y este sí que vale. 1-0, golazo de nueve. Arrastra a los centrales, recibe, se escora, suelta un latigazo y lo cuela junto al palo. El tigre da su primer zarpazo en Liga y comienza a amortizar los 40 millones que, de seguir así, serán una calderilla.

María sigue durmiendo y Manuel tiene la pelusa casi igualada. El rape es serio. Ahora está medio dormido después de haberse zampado toda la teta. Y descubro que el Atleti está en directo en Gol TV.
Al padre de la criatura le entran escalofríos y no sabe como quitarme las tijeras de la mano sin apagar la tele o cambiar de canal. Le tranquilizo y yo mismo me pongo de espaldas a la pantalla, pero no puedo evitar seguir oyendo el partido en directo. Penalti. Me giro y es claro. Absurdo pero claro. Diego es muy bueno y muy listo. Falcao demuestra que es un fenómeno en este arte. El segundo entra con una facilidad que asusta.

Acabo de cortarle el pelo al bebé Manuel y se despierta María justo cuando el árbitro indica el final de la primera parte. No quiero ver más. Apago la tele con la idea de verlo después en diferido. No quiero saber el resultado. Mi hija se levanta con un hambre canina y se merienda todo lo que no había comido. Manuel duerme y bajamos un rato al parque. Intento olvidar el partido y consolarme pensando que el miércoles podré ir en moto al Calderón, a verles contra el Sporting (mi querido Sporting), pero no podrán venir María y su madre. Bueno, aún así, disfruto infinitamente conversando con mi hermano Félix, con Inma, su chica, con mi Eva que es Cristina y viendo jugar a mi cachorra rojiblanca que cada vez que ve la pantalla verde del fútbol en la tele me mira muy seria y me suelta: "Atleti" con su lengua de trapo.

El bebé Manuel se va a su casa junto al Calderón en el 18 que ha tardado menos de lo habitual. Su padre es del Barça y está casi tan feliz como yo por la marcha de su equipo. El partido ha terminado. No sé el resultado y subimos a casa con la idea de verlo en diferido. Es enchufar el GolTV +1 y ver a Falcao recibiendo un pase de fantasía turca y colocarla por encima del portero para flipar a colores. 3 - 0. Suena el móvil. Mi hermano acaba de llegar a su casa y me llama emocionado: "Te lo has perdido, te lo has perdido", me suelta con tono de chincha rabiña. "No me digas el resultado que estoy viéndolo en diferido". "Pues seguro que Adrián mete el cuarto". "Joder, Ricar, eres un cerdo". "Menudo partidazo que te has perdido. ¿Qué tal la niña? ¿Le has cortado el pelo al bebé? El miércoles nos vemos".

Y mientras mi mujer baña a María para que le entre un poco de hambre antes de cenar veo el cuarto gol del Atleti en diferido y recibo un mensaje en el móvil. "Los vikingos pierden en Levante. España campeona de Europa de básquet. En tenis a la final de la Davis. Domingo glorioso". Y yo pienso: realmente glorioso, he estado con dos buenos amigos que acaban de ser padres, he estado con mi familia, he disfrutado de la vida y, encima, el Atleti ha ganado jugando bien sin necesidad de que yo haya ido a animarles.

El miércoles más y mejor. Estaré allí.

Aúpa Atleti.

viernes, 16 de septiembre de 2011

En moto, mucho mejor


Atleti 2 - Celtic 0

Pero muchísimo mejor, dónde va a parar. Uno se sube a la moto un rato antes de que empiece el partido, la deja al ladito del Calderón y entra para ver a un equipo que ayer hizo un partido de los buenos. Y no hay que agobiarse porque el puñetero 18 de la EMT pase cada media hora o esté de bote en bote al acabar el encuentro. Ni te tienes que comer dos transbordos infames sin que refuercen el metro porque somos el equipo "escoria" de la capital. Ni hay que darse un madrugón con el coche para aparcar de mala manera y pasarte los fueras de banda y las pérdidas de tiempo dándole al coco por si al munipa vikingo le han crecido los cuernos y te ha puesto una multa o ha llamado a la grúa. Vamos, que no hay color. En moto, aunque sea una scooter de segunda mano, se disfruta mucho más (y eso que es blanca. Se admiten pegatinas atléticas para decorarla).

Antes
Mi hermano y yo (él también viene en moto, pero desde La Peineta) hacemos nuestras previsiones. "3-0, hoy marca Falcao". Mi hermano Ricar, el mayor, lleva muchos años de Calderón y Atleti visto. Y sabe de qué va esto. Yo, que aún me emociono y me pongo cardiaco cuando cantamos el himno, era muchísimo más optimista: "Hoy va a ser una goleada de esas absurdas que luego echaremos en falta en otros partidos, de cuatro para arriba". En cuanto a las alineaciones mi hermano lamenta que Joel no tenga minutos porque el chaval, aunque inseguro y un poco sobrado, necesita foguearse para que el próximo año no nos pase lo mismo. Yo hubiera apostado por Asenjo, pero los dos estamos de acuerdo en que Courtois es un porterazo como la copa de un pino y en que habría que ficharle ya, antes de que nos arrepintamos y el Chelsea lo recupere rodado y revalorizado... más de lo mismo. Discutimos sobre Miranda. A mi hermano le encanta que saque el balón jugado, a mí se me ponen los pelos como escarpias viéndole regatear en el área pequeña. Y luego convenimos en que estaría bien que el triste y fúnebre Manzano, vestido con su traje de ir de boda, recuperase a Godín. Y nos felicitamos de ver a Perea en su sitio, de lateral. Había esperanzas en Diego, Turán y Falcao, pero no nos creíamos que el brasileño aguantase todo el partido.

Durante
Sorprende la escasa presencia de escoceses. Apenas un millar. Sobre todo si lo comparamos con la última visita de un equipo de ese país al Calderón. Fue el Aberdeen y eran casi más que nosotros. De vergüenza. Aún así el campo no registró una grandísima entrada, ni mucho menos. Parece que los socios no han querido cotizar el extra que supone el abono total para la Copa y la Europa League. El club da números que no concuerdan con lo que se vio ayer en la grada. Unos 30.000 atléticos, calculo yo.
Empieza el partido y Diego saca un córner magistralmente (no como los de Simao, que no llegaba al primer palo) y Falcao entra a rematar como un cabeceador de tronío. Golazo en el minuto 2. Falcao debuta marcando. Los que vinieron en coche ni siquiera lo vieron porque aún andaban buscando sitio para aparcar o subiendo las escaleras del estadio. Locura en la grada, abrazos, gritos, ojos brillantes de alegría y un atlético vecino que grita: "Muy bueno, Colacao, muy bueno". Con lo que el tigre colombiano queda rebautizado en el primer anfiteatro.
En la siguiente jugada Courtois confirma lo que ya sabíamos. Es un porterazo. Le saca un mano a mano a un escocés después de un jugadón del gigante griego de las melenas.
Y el partido discurre con un juego alegre, de toque, de tronío, de paciencia y movimiento. Los nuestros se mueven, se desmarcan, no están quietos. Todos son solidarios, hay coberturas, mi hermano se disgusta con la posición de Perea como extremo derecho cuando tenemos el balón y advierte que cuando la recuperan los escoceses está demasiado lejos del griego para marcarle. A mí me encantó Perea. Lo hizo todo bien (todo lo que sabe hacer) menos poner el balón en el área (que no lo sabe hacer) y hasta regateó (que no sabe y no debe). "Tres toques, Perea, tres toques máximo", gritaba mi hermano y el colombiano parecía hacerle caso.
Bueno, lo cierto es que los nuestros tiraban a puerta desde lejos sin pensárselo mucho. Como si Manzano les hubiera dicho que el portero es muy alto pero que no tiene casi reflejos. Y aún así, el chopo tuvo un par de buenas intervenciones que impidieron que se cumplieran mis previsiones.
No voy a ir jugador por jugador, pero el equipo me encantó.
En la segunda parte Diego siguió demostrando que tiene mucho fútbol, que este año, si no se tuerce, vamos a pasar grandes tardes en el Calderón. Pases al hueco espectaculares, regates increíbles, visión de juego, trabajo, se ofrece, dispara, apoya, la pide, manda, es un auténtico fenómeno. Y lo sabe. Ojalá nos lo demuestre en cada partido. Ayer dio la asistencia del primero y marcó el segundo tras jugadón por la izquierda de Antonio López y Turán que le dio el pase de la muerte desde la línea de fondo para que el brasileño la colocara en el palo izquierdo de un portero más largo que un día sin pan.
Falcao me sorprendió mucho. Muchísimo. El colombiano no sólo remató a los dos minutos un balón a la red. El "Colacao" va a todas. Se pasó todo el partido sacando del área a los centrales que le perseguían dejando vía libre a Turán. No espera el balón, lo busca. Y juega en equipo. Y regatea. Me gustó muchísimo. Más de lo que imaginaba.
El turco no dejó de correr en toda la noche. Muy peleón. "Lástima que Turán y Diego tengan la sangre muy caliente. A estos dos nos los van a expulsar mucho", vaticinó mi hermano. Y yo espero que se equivoque, pero me temo que no.
Y no voy a ser más pesado. El partido de ayer fue espectacular. El Atleti vibró y nos hizo vibrar. Es cierto que el Celtic es lo que es, que el domingo juegan el derbi contra el Rangers y que reservaron jugadores, que ni siquiera usaron su camiseta original (y mira que me gusta), que apenas si tienen al gigantón griego y a un coreano que nos encantó (el tío dio un recital en la segunda parte de control en el medio campo, de llegada y de buen disparo. Muy bueno el tal Ki).

Después
"Un gran partido, y seguro que en octubre jugarán mucho mejor", sentencia mi hermano. "Yo me conformo con que jueguen así todos los partidos". Nos quedamos, como siempre, hasta el pitido final. Esta vez un poco más para aplaudir a los que nos habían hecho un poco más felices.
Salgo, cojo la moto y en doce minutos estoy quitándome el casco en el portal de mi casa, con la bufanda puesta, una sonrisa de oreja a oreja y deseando que llegue el domingo para ir con mi hija María, por primera vez, a ver a nuestro equipo en el Calderón. Ahora sólo falta convencer a su madre para que venga ella también. Seguro que veremos un buen espectáculo. Seguro que ganamos.

Te quie ro Atleeeeeeeti, loro lolo lolo, te quiero Atleeeeeeti....

lunes, 12 de septiembre de 2011

Desde Lisboa a ritmo de fado


Valencia 1 - Atleti 0

Andaba uno rematando sus vacaciones con un fin de semana sin niña en Lisboa cuando me encuentro en el hall del hotel, agotado de subir y bajar cuestas, con la parienta medio dormida y una tele en la que entra una cortinilla de la Liga BBVA. ¿Echarán el Atleti? Le digo a mi Eva, que se llama Cristina, cariño, si televisan al Glorioso nos quedamos. Y así fue. Bueno, al menos la primera parte.
Y mientras tomábamos una cervecita portuguesa en un hall de un hotel con muchas estrellas, leía una alineación que no tenía nada que ver con la de la temporada pasada y me sorprendía (aunque cada vez me sorprendo menos) con la lista de suplentes que me gustaba casi más que la de titulares. Nada que ver con la temporada pasada.
Y comenzó a rodar la pelota en un campo valenciano abarrotado de gente dispuesta a desafiar los horarios cambiantes de esta desquiciada Liga gobernada por un cacique televisivo y consentida por una débil y cochambrosa LFP manejada al antojo de los caciques audiovisuales ya comentados.
En la cafetería enmoquetada estábamos nosotros, un chaval con acento andaluz que decía ser del Atleti, cuatro portuguesas de mediana edad esperando en uno de los sofás a quién sabe quién y un camarero que no dejaba de hablar a pesar de que yo no le hacía ni puto caso. Supongo que como me veía removerme inquieto en el asiento, levantar la voz, gesticular y cagarme en los muertos del árbitro cada vez que pitaba y yo no entendía nada... pues decidió por su cuenta y riesgo avisarme de lo malo que era Falcao, de que en el Porto todos jugaban para él, de que no iba a cuajar en un equipo grande, de que cómo hemos dejado ir a Elías, de que el Atlético este año ha tirado el dinero... una brasa, en serio. Le lancé un par de miradas como diciendo: "cierra la boca o rompo el vaso en la barra y te la cierro yo con él". Ni por esas.
El Atleti parecía que quería y no podía. El centro del campo con Gabi parecía pero no era. La delantera con Falcao y Adrían también quería, pero sólo podía tímidamente el guaje que vino del Depor. Reyes ni parecía ni podía. Atrás Filipe parecía que quería, pero sigue con su timidez y su falta de arrojo. Silvio estuvo bien, en su línea, a pesar de que el puñetero camarero de pajarita, chaleco y lengua incontrolada insistía en que el chaval no vale para un equipo grande, que en Portugal no había demostrado nada, que era una eterna promesa... al final no pude menos que levantarme cuando sonó el pitido de la media parte y decirle a mi Eva que es Cristina. Vámonos a la habitación.

Dicho y hecho. Tiramos de ascensor y tardé cinco minutos en recorrer los cien canales de televisión hasta que di con el partido. Mi chica, en estas, ya dormía como un mirlo después de tanto ascensor, funicular, cuesta, barrio alto, fado, luces en el Tejo y bacalao a granel.

Yo me puse mi camiseta de dormir y enchufé la radio en el iphone para no escuchar al tedioso comentarista luso que apenas se sabía los nombres de los futbolistas. Me di cuenta enseguida que la retransmisión por internet en la radio iba casi con dos minutos de retardo sobre la imagen. Mejor, así no me joden los goles. Pero sólo hubo un gol. Golazo, dicho sea de paso. Soldado recibe un pase impresionante del denostado y trasnochador Miguel para clavar un cabezado después de una maniobra con el cuerpo que le hace ganar un metro sobre su marcador, Miranda, para clavarla por donde el bueno de Courtois no puede llegar. Nada que objetar. Bueno, sí, que me hubiera gustado ver a Falcao haciendo lo que Soldado.

Salen el turco y el brasileño. El Atleti comienza a tener el balón, a crear ocasiones de peligro, a descubrir que el Valencia tiene en Guaita un porterazo como Courtois (un añito y vuelta al Chelsea). Diego se sale con un caño espectacular (otro añito y a pagar un pastón o adiós). Arda Turán también se ve con ganas. El equipo quiere y no puede. Se acabó lo que se daba.

Me duermo con una mala leche espectacular y me levanto al día siguiente con las palabras de Manzano pidiendo paciencia, con un montón de crónicas disculpando el resultado y diciendo que el Atleti apunta maneras, que tiene una plantilla más compensada que el año pasado (esto a mí también me lo parece), que aún están en pretemporada porque acaban de llegar los refuerzos (alguien tendrá la culpa, digo yo) y que seguro que estamos al final de temporada ahí arriba y peleando por la Copa y la UEFA...

Y me entra un resquemor que no veas. Porque los que somos del Atleti no podemos hacer nada. Aguantar. Esperar. Alegrarnos con un partido donde hemos perdido porque durante media hora el equipo parecía que sabía a lo que jugaba (sin marcar)...

Y el jueves comienzan las tres citas seguidas en el Calderón. Primero los escoceses (qué miedo me dan los miles de seguidores del whisky que llenarán las gradas), luego viene el Racing el domingo y el miércoles mi querido Sporting de Gijón.

Seguro que si ganamos los tres partidos la cosa cambia y empezamos a ilusionarnos (a pesar de la calamitosa gestión y la mierda de dirigentes que tenemos).

Y aún así: Aupa Atleti.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

El día de la marmota



No me creo nada. Pero nada de nada. Todos los años, todos los ciclos, todos los Atletis desde que llegó la Sociedad Anónima Deportiva son igual. Los proyectos del desaparecido y orondo soriano que robó el Atlético de Madrid (entre otras cosas) son ahora repetidos por su vástago veterinario y el hombre de paja y cine que hace las veces de presidente. El año pasado quedamos los séptimos, hemos tenido que pasar dos rondas previas para entrar en la Europa League. Han vendido todo lo que han podido. Creo que han sido los que más millones de euros han ingresado en concepto de ventas, cesiones, traspasos y liquidaciones de futbolistas. Para esto usan el Atleti. Para llenarse los bolsillos y hacer negocio, para tener una plataforma desde la que manejar sus chanchullos, sus tejes y manejes, sus apaños varios. Vamos, que hoy el Atleti es una empresa (S.A.D.) en la que lo único que importa es el balance de cuentas (que jamás se hacen públicas porque la familia Gil y Cerezo tienen casi la totalidad de las acciones -que consiguieron sin poner un duro- y porque si alguien osa "auditar" tienen la increíble capacidad de hacer retractarse a los auditores, de lograr que no se publique una línea en los medios de comunicación contra ellos, que no se hable un minuto en las radios sobre el expolio, que no se dedique un plano en la televisión a recordar el modo como llegaron, la condena por apropiación indebida que fue sobreseída -mierda de Justicia-, ni las voces discordantes que piden que se vayan, que devuelvan lo robado y que dejen de robar).

Pero lo realmente triste es que los socios, los abonados, los seguidores del Atleti, seguimos ilusionados. Creyendo que "este año sí". Y nos traen a un tal Falcao (que será muy bueno y todo lo que quieran) y más de 10.000 personas van a saludarle al Vicente Calderón. Que viene cedido un año el díscolo brasileño Diego y todos a hablar de un nuevo proyecto, de una ilusión renovada, de que con el turco de las filigranas y el asturianín que vino con movida de Coruña todo se va a arreglar. Que lo de Diego Costa ha sido una suerte y que el Kun es un cabrón. Que Forlán se tenía que haber ido antes (¿por cinco millones?), que De Gea no es un mercenario, que de Ufjalusi si te he visto no me acuerdo y que siguen entrando y saliendo futbolistas en el mercado de la SAD rojiblanca que el señor de la cara torcida y su títere del tupé se encargan de rentabilizar a costa de vendernos humo y más humo.

Gestiones nefastas aparte y quedándome en lo meramente deportivo sólo puedo decir que me dejó frío, neutro y sin opinión el juego del equipo frente a Osasuna (lo vi por la tele desde la playa) y que fue muy aseada la victoria contra el Vitoria de Guimaraes en casa con dos goles de Elías (me recorrí 300 kms para ir al campo, vi el partido y me metí otros 300 para volver al lugar de vacaciones). Por cierto, Elías también ha entrado en el mercado de los ladrones prescritos.

A ver qué tal se nos da el Valencia, pero como vengo diciendo. No me creo nada. Es como estar dentro de la peli que da título a este post. Estoy deseando de que todo acabe ya.

Gil, cabrón, fuera del Calderón.