lunes, 26 de septiembre de 2011

Cuatro minutos de alegría


Barça 5 - Atleti 0

Todo el santo día esperando que lleguen las 22:00 horas con nerviosismo. Toda la mañana encerrado en el despacho de casa para adelantar trabajo intentando olvidar que a las diez de la noche, esta vez, plantaríamos cara a un Barça que lleva años y años llenándonos la red de balones. Pero esta vez teníamos a Falcao maravillao, a Diego maravillas, a Turán y Adrián. Veníamos de hacer dos tres buenos partidos antes rivales supuestamente más pequeños, pero había fútbol, equipo y optimismo (aunque con los pies en la tierra, claro, que aún estamos en pretemporada por culpa de la desastrosa planificación del club). Lo dicho, que este año parecía que podríamos plantar cara y, sobre todo, ver un buen partido de fútbol.

La tarde parecía no terminar nunca en el parque con los amigos, los hijos de los amigos, las mujeres de los amigos. Merienda, columpios, más columpios, vuelta a los columpios y el Atleti haciéndome cosquillas en la tripa, como cuando uno está enamorado y espera un gesto de su chica. Como cuando tu hija ve el escudo del Atleti en tu despacho y te suelta un "Papá, Atleti" que te quieres morir de felicidad.

Y llegó la hora. La niña acostada, mi chica decide irse a leer a la cama y me quedo solo, con todo el salón y la tele grande casi sin voz iluminando con el verde del césped todos mis sueños. A los cuatro minutos Tiago lanza suavemente desde fuera del área y pega en el larguero. Pego un salto que casi despierta a María, mi mujer da un par de golpes en la pared para pedirme tranquilidad y comienza a golpearme con fuerza el corazón en el pecho. Y hasta aquí el partido, señores.

Relajarse y disfrutar
Después llegó el chaparrón de lluvia, de juego y de goles. Un Messi en estado de gracia asistido por un Xavi estratosférico. Cinco pepinos que pudieron ser diez. Una exibición de fútbol con y sin balón, de movimientos, de control, de disfrutar. Y el Atleti absolutamente desaparecido. Sin centro del campo, con una defensa desbordada, con un Courtois aburrido de ir una y otra vez a la red a por la pelota. De un espectáculo infame para un rojiblanco esperanzado. Nada de lucha. Un dato: el Barça hizo más faltas que nosotros. Increíble. Nada de intensidad. Ni rastro de entrega. Un absoluto bochorno donde el Barça (fantástico equipo, señores) hizo un rondo con los nuestros sin que se viera una pizca de todo lo que habían demostrado en los partidos precedentes.

Y como no entendía nada me dio por imaginar que el Barça estaba jugando contra cualquier otro equipo (fue fácil, el Atleti no era reconocible, no existía) y empecé a disfrutar del partido. De Messi, de sus goles de play station (saca de banda, se la devuelven y entra como un cuchillo para clavarnos un golazo), de las carreras blaugranas, de los pases infinitos, los controles perfectos, los regates mágicos... una delicia.

Se sucedían los mensajes en las redes sociales de vikingos defraudados por las maravillas que había contado sobre el juego del Atleti. No pude resistirme: "Realmente, tenéis razón, nos han metido cinco, como al Madrid, y eso sí que es vergonzoso".

Y ahora a pensar en lo larga que es la temporada, en no volver a hacer un ridículo semejante, en conseguir los tres puntos europeos ante el Rennes y en que el domingo, en el Calderón, vuelva la magia del fútbol ante un Sevilla que empieza a encontrarse a sí mismo.

Vamos, Atleti, vamos.

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