lunes, 1 de diciembre de 2014

Crónica de una muerte anunciada


La bufanda del Atleti volando sobre un fondo de luto en un ambiente enrarecido. El policía, de espaldas, mirando. Los empleados del club, mano sobre mano, los aficionados del Deportivo tendiendo las manos para recibir el gesto de perdón, de amistad, de que todos hemos perdido porque el fútbol somos nosotros. 

La aplicación del tiempo dice que caerán unas gotitas durante el partido. Mi mujer y yo decidimos que las niñas se queden con los abuelos. Y también optamos por dejar la moto y arriesgarnos a ir en coche, a pesar de que sabemos que lo tendremos complicado para aparcar. Son las diez de la mañana y hemos quedado a desayunar con Alberto y Neil, compañeros de abono este año. Alberto es amigo desde hace más de dos décadas. Acaba de tener un niño, Daniel, y le llevábamos un regalo que habíamos comprado con las niñas ayer. Neil es su vecino. Un escocés del Celtic (y de Glasgow) que después de visitar varios estadios de Madrid se ha decantado por el Calderón porque tiene el ambiente más futbolero de la capital.

Las diez y media y ya estamos dando vueltas en las inmediaciones del Calderón para aparcar. Mi hermano me confirma que la gripe le tiene doblado y que hoy se cae de la convocatoria, que confía en que yo animaré la parte que le corresponde porque el Coruña viene con ganas y el día anterior había sido el cumpleaños de Víctor Fernández. "Ojo con estos que nos la lían" (frase mítica que repetimos indistintamente ante cualquier rival -grande o pequeño-). Risas a los dos lados del teléfono y, nada más colgar, suena otra vez el manos libres. Es Natalia, compañera y amiga de los informativos de RNE que me llama para preguntar dónde estoy y si las niñas están conmigo. Le explicamos que las hemos dejado con los abuelos y que andamos a la búsqueda de aparcamiento para ver el partido. Nos cuenta que en unos minutos abrirá el boletín de las once con la reyerta entre dos grupos de radicales que, amparándose en el fútbol, han quedado a las nueve de la mañana para apalearse, acuchillarse y matarse entre ellos. Al parecer hay once heridos entre los que se encuentran cuatro por arma blanca, un policía con una mano rota y uno de ellos muy grave con traumatismo craneoencefálico, hipotermia y clínicamente muerto.

Mi mujer y yo nos miramos y, sin palabras, nos decimos que el revuelto de estómago provocado por la información de Natalia sólo puede significar una cosa: no queremos participar de una fiesta que no lo va a ser. Y nos volvemos para casa. Y llamamos a mi hermano para contarle lo que ha pasado. Y empiezan a llegarnos mensajes para preguntar si estamos bien. Los medios se han encargado de informar (algunos generando mucha crispación) sobre la violencia de los aficionados rojiblancos sin darse cuenta de que ni tan siquiera son aficionados, de que se trata de bandas de delincuentes con bufanda. El color es lo de menos.

Me paso el día enganchado a las redes sociales leyendo verdaderas salvajadas de personas que han perdido el juicio. Y lo que es peor. El presidente y el dueño del Atlético de Madrid Sociedad Anónima Deportiva (ambos condenados por ser delincuentes con corbata -con su delito prescrito, of course-) se desmarcan del asunto y dicen que no tiene nada que ver con ellos. Y claro, entiendo que es cierto, que estos comportamientos no tienen nada que ver con los aficionados, pero entonces ¿por qué no les impiden entrar en el campo? ¿por qué no ponen las imágenes de las cámaras que graban el fondo sur donde se ubica el Frente Atlético a disposición de la Policía? ¿Por qué les dejan tener un local en el interior del estadio? ¿Por qué financian sus viajes? ¿Por qué son los primeros en tener entradas para cualquier partido aunque haya muy pocas para la gran afición rojiblanca? Y se me pone una mala leche que me amarga el ya de por sí amargo domingo.

Y sigo leyendo, escuchando y viendo todo lo que se va haciendo público en torno a esta locura madrugadora de gentuza desequilibrada. Y paso de la angustia a la indignación, de la indignación al profundo asco y del asco a la impotencia y el desconcierto cuando leo que los líderes de los grupos armados han ido al hospital a ver a los heridos. Y por lo visto son viejos conocidos de la policía. Y les graban las cámaras de televisión sin que pase nada. Y otra vez Cerezo y Miguel Ángel Gil diciendo que el Atleti no tiene nada que ver, que son sólo unos pocos. Y yo me empiezo a encender de muy mala manera porque creo que ya es hora de que den un paso al frente estos dos cómplices que permiten la entrada de personas portando símbolos políticos (me da igual la ideología), de cánticos racistas, de gritos que demuestran la falta de respeto por el rival y el nulo conocimiento de geografía e historia entre los del cerebro rapado que amenazan a los rojiblancos de verdad, a los que amamos este espectáculo, este deporte, a este equipo.

Sólo en dos ocasiones he abandonado al Atleti jugando en casa. Una fue en un partido de UEFA contra el Aberdeen escocés. Lo conté aquí. La otra fue ayer avergonzado por un grupo de delincuentes con bufanda que, escudados en el fútbol, se dedican a encauzar sus frustraciones a golpes con otros bestias como ellos.

El fútbol (mi Atleti) es una fuente de emociones compartidas que me ayuda a ser más feliz. Espero que los dueños del "cluz", la LFP, el CSD, el BBVA, las SAD, la RFEF y demás panda de sanguijuelas sean capaces de extirpar a esta gentuza camuflada entre los aficionados a este espectáculo deportivo.

Y acabo con un texto de la rojiblanca Lidia Madrid leído en Facebook que resume lo que siento y pienso:

Ni unos ni otros. 
Vosotros no soy seguidores de nada. 
Vosotros no me representáis.
Vosotros no teneis respeto por nada.
Vosotros no teneis consideración por la vida.
Vosotros no pensáis en vuestro equipo.
Vosotros no pensáis en vuestros compañeros.
Vosotros no pensáis en el resto de la afición.
Vosotros tendréis que acarrear con un muerto a vuestras espaldas.
Vosotros no teneis conciencia.
Vosotros sembrais el miedo en un evento deportivo que debe ser una fiesta.
Vosotros sereis los culpables de que no haya niños en el campo.
Vosotros sereis los culpables de que muchos hoy sintamos vergüenza.
Y os recuerdo, no me representáis.
YO SI SOY FUTBOL




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