lunes, 16 de abril de 2012

Partido por teléfono


Rayo 0 - Atleti 1

Ayer jugaba el Atleti en Madrid, en el barrio de Vallecas, en ese campo con un muro en uno de sus fondos que le da un aire absolutamente periférico, obrero y muy de fútbol auténtico. Vamos, aquí al lado. Y nos vendían el partido como un derbi de titanes que se jugaban la posibilidad de entrar en Europa. Hasta de Champions hablaban algunos... en fin. Lo cierto es que el Rayito y el Atleti (o lo que sea la Sociedad Anónima a la que seguimos como si fuera nuestro equipo de toda la vida) tenían la posibilidad de asegurarse la categoría una temporada más. Y eso fue lo que se vio. Dos equipos muy duros que no pegaban tres pases seguidos, con unas defensas férreas y muy poca llegada.

La verdad es que el menda lerenda no tenía demasiado interés en verlo, pero como uno es así de cernícalo, jugueteando con el móvil busqué en internet como sin querer y acabé conectando con Vallecas en directo. Curioso, muy curioso, ver un partido que se está jugando al lado de mi barrio por teléfono retransmitido por dos mexicanos vía satélite a través de internet. Y me dio por pensar lo paradójica que es la vida. Para ver un partido que se juega en mi ciudad me tengo que conectar por internet con un país mexicano al que envían las imágenes desde Vallecas para que ellos me las reenvíen a mi teléfono en Villaverde. Vamos, que las imágenes llegaban después de atravesar el Atlántico en viaje de ida y vuelta. Y se veía fenomenal. Y se oía muy bien. En el teléfono, lo juro. Impresionante.

Y me enganché al partido justo cuando Curtois sacaba con la manopla un cabezazo a bocajarro de Tamudo que se colaba cerca de la escuadra. Paradón del belga cedido por los ingleses que el duoprescrito malvenderá a algún fondo de inversión catarí para que acabe en Concha Espina o algo. Poco más pude ver. Y ya digo que la conexión era buenísima y las imágenes y el sonido llegaban con nitidez. Pero es que no hubo mucho más a excepción de un remate de cabeza que Mario Suárez, sólo en el área pequeña, estrelló en Cobeño. El resto, pelotazos, más pelotazos, rebotes, más rebotes, a duras penas tres pases hilados en el centro del campo y más interrupciones.

En la segunda parte, y tras disfrutar de una sesión mexicana de anuncios televisivos, me entró el sopor. Bajé el volúmen del móvil y subí el de Buenafuente en su estreno televisivo. Así veía el partido y oía en la tele grande los diálogos de uno de los humoristas más críticos y excelsos en el arte de la televisión. No pasaba nada en el teléfono, cada vez se me iba más la atención a la televisión. Hasta que una jugada rapidísima con un patadón raso hacia Falcao en la línea divisoria y su amago en carrera hasta hacerse con la pelota justo a tiempo para regatear al pobre Cobeño (menuda salida) sirvió para meter el único gol del partido, para llevarnos los tres puntos, para que el Tigre volviese a rugir, para rentabilizar los 45 millones con el gol número 22 en Liga (el resto del equipo ha marcado los otros 22), para subir la cotización del colombiano que tiene los días contados en nuestra SAD (como Adrián, como Diego, como Arda, como...). Y ahí se acabó todo.

Seguí viendo el móvil mientras pensaba en el viaje que tenían que hacer las imágenes, en las paradojas de este mundo globalizado y ultracomunicado, en la alegría increíble que me había proporcionado ganar a un recién ascendido por 0-1, en como cambian los tiempos y, sobre todo, en los periodistas deportivos que al día siguiente hablarían del intento de tapón que Sandoval le hizo a Diego para evitar el contraataque en un saque de banda y que, otra vez, como siempre, no se hablaría nada del desmantelamiento económico y deportivo del tercer club de España por títulos, por masa social y por ingresos televisivos que este año, como los diez posteriores al ascenso de Segunda División (increíble que bajáramos...) volverá a estar lejos del tercer puesto que le corresponde por presupuesto. Aunque a Gil Marín le premien como mejor gestor deportivo... que tiene huevos la cosa.

No me amargo más. Tres puntos que suman 45. Ya estamos salvados. Ahora habrá que jugarse la temporada a una sola carta, a la Europalí. Y este jueves es el primero de los tres partidos que realmente hay que ganar. Será contra el Valencia, a las 21:05 (joder, qué horarios, es para matarlos), el jueves que viene, la vuelta en Mestalla y, si el Atleti quiere salvar la temporada, la final de Bucarest contra el Athletic vasco o el Sporting portugués. El resto, las cuentas de la lechera, hablar de puestos, clasificaciones, puntos, matemáticas y cábalas varias para entrar en Champions (hay que tener jeta) y en Europalí (no está nada fácil la cosa) son milongas. Las mismas que hablar de fichajes para la próxima temporada. Ya sabemos que saldrán diez jugadores y entrarán otra docena. Es la función de nuestro equipo, servir como agencia de compra-venta de profesionales. El resto, lo de ganar títulos, no es rentable para los bolsillos de los ladrones que tenemos en el palco.

En fin, Atleti, para lo que hemos quedado.

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