viernes, 25 de enero de 2013

En Palencia, entre periodistas y rojiblancos


COPA

Betis 1 - Atleti 1

Celebraba yo el patrón de los periodistas, San Francisco de Sales, 24 de junio, metiéndome en un coche con mi jefe y llegándome a la Fundación Díaz Caneja de Palencia. Cada uno tiene sus cosas, ya véis.
Nos habían invitado los compañeros de prensa de la diócesis palentina, con la colaboración de la asociación de la prensa de la localidad, a que participásemos en una charla-coloquio sobre el programa de televisión en el que tengo la suerte de trabajar. Ya sabéis, "Pueblo de Dios", tres décadas de servicio público, la ventana abierta a esa Iglesia incontestable de misioneros, obras sociales, ayudas a los desahuciados y muy cercana a los que lo están pasando mal.

El encuentro comenzaba a las 19:30, media hora antes que el partido de vuelta en los cuartos de final de la Copa que mi Atleti tenía que solventar en el Benito Villamarín con un 2-0 soplando a favor. De modo que decidí desconectar el móvil para no leer los mensajes de mi buen amigo Youssef desde Casablanca animando a nuestro común equipo, ni los de mi hermano comentándome los chascarrillos de una vuelta tan innecesaria que hasta el propio Iván Amaya (gracias, muchas gracias, Iván. Tu hermano ya cobró por ti) nos regaló el gol de la absoluta tranquilidad en una cesión, o lo que fuera, a su portero que dejó en franquicia a un Diego "Rantamplán" Costa en estado de gracia (ver la foto y el gesto de incredulidad del recogepelotas que resume la temporada del Atleti este año. Sí, para llevarse las manos a la cabeza).

Total, que hablamos de nuestros viajes, del respeto a las víctimas, de la dignidad de las personas vivan donde vivan, de los pobres de aquí y los pobres de verdad, los que no tienen para comer ni una vez al día, los de allí, los que no tienen colegios, ni ambulatorios, ni trabajo, ni futuro. Y en estas andábamos, contando batallitas, tuiteando las frases resumen, e invitando a los palentinos a que vieran nuestros documentales, cuando no me pude resistir y ví que el Atleti iba 0 - 1. Sonrisa enorme y cara de dudas y extrañeza entre el medio centenar de personas que escuchaba nuestro modo de entender el periodismo.

A las nueve poníamos punto y final al encuentro periodístico y el bueno de Txomin Pérez, jefe de prensa de la diócesis y atlético empedernido, me levanta la cabeza en un gesto inquisitivo que respondo con un contundente: "Hemos ganado 0-1, cada vez está más cerca la final contra el Madrid. Y ahí sí que sí". Sonrisas cómplices y seguimos conversando con la buena gente de Manos Unidas, los de Pastoral de la Salud, compañeros de RNE, de la SER, del Norte de Castilla y de Onda Cero. Todos en la brega de la información local en una capital de provincias, donde se curten los auténticos periodistas, los que hacen de este oficio de contar historias el más hermoso, útil y necesario del mundo.

El dire del programa y un servidor declinamos amablemente quedarnos a dormir y pusimos rumbo a la villa y corte escuchando el Málaga - Barcelona y una lluvia de goles que nos traía sin cuidado. Poco antes el locutor había dado el resultado final del partido del Atleti: empate a uno. Pues vale.

Fue llegar a casa y encontrarme a todas mis mujeres dormidas. Cené el resumen del partido en mi tableta digital. Y soñé. Soñé que esta vez, en la final, una vez superado el Sevilla de Emery, cantábamos de alegría levantando la Copa que la historia nos debe, la que los sevillistas se llevaron en 2010 en Barcelona, aquella en la que estuvimos media hora después del pitido final cantando a pleno pulmón el himno de nuestro equipo mientras los palanganas, asustados y envidiosos, recogían un trofeo que habían ganado en el campo, pero nunca jamás en la grada. Y el sueño era en el Vicente Calderón, frente a otro equipo de la ciudad, con un resultado inolvidable, con una superioridad aplastante, derrochando coraje y corazón, a lo Cholo, a lo Atleti, Alé, forza Atleti, Alé.

Esta Copa es nuestra.

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